miércoles, 21 de noviembre de 2018

Evangelio Ciclo "B" / SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO.

Un rey de amor, de mansedumbre, de ternura, de paz, de entrega y de servicio. No eres un rey como los demás porque tu poder y tu fuerza son la humildad y la misericordia.

Culminamos con este domingo el Año Litúrgico del Ciclo "B", y lo hacemos con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.

Es posible que al pasaje del Evangelio, del evangelista Juan, que hoy se proclamará en las celebraciones litúrgicas, más de uno no lo vea apropiado para el día de hoy y sí lo considere más apropiado para leerlo y meditarlo el Viernes Santo. Y es que se trata de un texto que forma parte del capítulo de la Pasión y Muerte del Señor.

Se trata de un relato muy antiguo que recoge el testimonio de aquellos que presenciaron los últimos días y horas de la vida terrena de Jesús. En concreto nos encontramos en la escena en la que Jesús se encuentra ante Pilato, el gobernador romano, famoso por ser todo un carnicero que sin piedad ejecutaba a los judíos con formas y métodos de tortura y muerte terribles, destacando de entre todos la cruz.

Observamos en esta narración cómo Jesús domina la escena y el diálogo entre Él y Pilato, comportándose con una serenidad y calma que subrayan así su inocencia. En contraposición al odio y a la violencia de quienes lo acusan y piden su muerte. Juan ha sabido hacernos diferenciar el bien del mal.

Observamos también que Pilato aparece muy retocado en su carácter, pues lo que sabemos por la historia sobre él no coincide con el comportamiento que tiene en su encuentro con  el preso Jesús de Nazaret. Por eso nos sorprende un Pilato que parece una marioneta de los judíos, cuando en realidad un gobernador romano era todo lo contrario. Juan nos lo presenta así para restarle culpa a los romanos por la muerte de Jesús y acentuar esa culpa en los judíos. Pero históricamente está claro que hay un colaboracionismo y una complicidad entre las autoridades religiosas judías y las autoridades romanas en el proceso que conducirá a Jesús a la muerte en cruz.

Una tercera observación es la de que Jesús se nos revela en esta escena como el verdadero Mesías y Rey, por lo que el autor de este texto ha pretendido dejarnos bien claro que Pilato no se encuentra ante un hombre cualquiera o un líder social destacado, pues se trata del Hijo de Dios, algo que sólo se puede apreciar desde la fe. Vemos una buena voluntad por parte de Pilato que trata de persuadir a Jesús para evitar condenarlo y que trata de persuadir al pueblo y a las autoridades religiosas judías, ofreciéndoles a un auténtico criminal como lo era Barrabás, a cambio de Jesús; sin embargo Jesús defiende la verdad aunque por ello tenga un final trágico. La falta de fe ha hecho que finalmente Pilato actúe ambiguamente y queriendo actuar de manera neutral, lavándose las manos y desentendiéndose de la vida de un inocente por tal de no tener problemas.

Ante esta actitud tan cobarde del gobernador romano, nos queda expuesto de forma evidente que el que verdaderamente tiene el poder y la autoridad es Cristo, algo que hemos visto a lo largo de los tres años de su vida pública y que ha sido la causa de tantos conflictos con grupos religiosos y sociales que se creían realmente los poderosos y jefes del pueblo. Y la clave donde se cuestiona la autoridad de Jesús una vez más y como nunca se había hecho antes está en la pregunta que le hace Pilato: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Una frase lapidaria que quedará en la memoria de los primeros cristianos, como lo prueba el hecho de que se haya recogido en los cuatro evangelios.

Pasados los siglos, hoy en la Iglesia y en el mundo el poder y la autoridad de Jesús se sigue cuestionando porque no es fácil comprender la forma que Dios tiene de ejercer el poder y la autoridad, cuestionando así nuestra manera humana de entender el poder y la autoridad como superioridad sobre los demás y como sometimiento del otro.

Debemos de partir que el centro y corazón del mensaje de Jesús, como podemos observar en todo el Evangelio, es el Reino de Dios, dicho de otra manera: Dios es Rey. Así pues para el evangelista Juan, que considera a Jesús el Hijo de Dios, Jesús es Rey.

Ante la pregunta que Pilato le hace a Jesús sobre su realeza, Jesús responde afirmando su mesianismo como lo ha hecho a lo largo de todos sus discursos y que tanto ha llevado a confundir a sus discípulos, a las autoridades y al pueblo en general. Por tanto, nos encontramos con un cruce de interpretaciones sobre la realeza. Para los romanos el rey es el jefe, el emperador que aglutina todos los poderes. Para los judíos el Mesías es un líder militar que ha de venir enviado por Dios para humillar a los paganos e instaurar el reino de Israel que ha sido abolido por otros imperios. La sorpresa es que Jesús acepta ser denominado rey pero dándole otro sentido totalmente diferente, y de ahí el problema entonces y hasta ahora. Su realeza responde al proyecto de Dios para el hombre y para la sociedad, donde el Rey-Mesías es el defensor del pueblo, especialmente de los más débiles y desfavorecidos, por eso se trata de un rey que traerá la paz, la justicia y el amor de Dios.

Por eso el cristianismo rompe la imagen social y política que los humanos tenemos de la figura del rey, donde ese poder se simboliza con una corona, anillo, y cetro de oro, con un trono portentoso desde donde gobernar. Sin embargo donde mejor se representa la realeza y el modo de entenderla que tiene Jesús es en la imagen del Crucificado, la que más nos causa estupor y asco, donde no podemos ver ni el poder ni la autoridad desde nuestras categorías y mentalidad humana. Los humanos entendemos la realeza (poder y autoridad) totalmente opuesta a la debilidad, a la humildad, al servicio, a la entrega. Como tampoco ni entendemos ni aceptamos a un juez que es misericordioso ni a un guerrero que es pacifista. Una vez más queda en evidencia que Dios no es como los hombres, pero que al hacerse hombre a través de su Hijo, los hombres podemos conocer y entender un poco más a Dios.

Jesús es el rey que cura a los enfermos, que alimenta a los pobres, que expulsa los demonios, que es servicial, que es justo, que rechaza el dominio y la violencia... y que entrega su vida por el Reino de Dios, por cada uno de nosotros. Jesús ha cambiado los valores de este mundo, les ha dado la vuelta, por eso su reino no tiene que ver con los reinos de este mundo. Para conseguir su meta no se apoya ni en la fuerza, ni en la violencia ni en el dominio, sino en el amor que se parte y se reparte. Por eso es un rey hecho Pan frágil y pobre, para ser alimento, para deshacerse por los demás. Allí donde hay sufrimiento humano es donde se hace presente Jesucristo y su reino.

La cruz no nos aleja de Dios sino que nos acerca a Él, mientras que el poder, las riquezas, etc. nos distancian de poder tener la experiencia de un Dios que es rey en amor, en entrega, en paz y en justicia. No sólo necesitamos la fe para creer en Jesús, sino el deseo profundo de nuestro corazón que nos despierte las ansias de querer estar junto a Él y de querer ser como Él. Y al final, la verdadera fe nace en la admiración y en el amor al Crucificado, hecho que se ha dado en la historia personal de todos los santos. Quien quiera ser de este mundo nunca formará parte del mundo de Dios, también denominado el Reino de los Cielos. Jesús vino para mostrarnos la existencia de ese reino y mundo, y vino para mostranos su acceso: el Evangelio, que es el mimos Cristo.

Emilio José Fernández, sacerdote

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