Lucas 24, 46-53
Uno de los sufrimientos más profundos y continuos del ser humano es la experiencia de la despedida de nuestros seres queridos y por los motivos que sea, pero más aún cuando se trata del no retorno que supone la muerte. Esta despedida, la más dolorosa y trágica, ha quedado vencida por el Resucitado tras la resurrección y con las siguientes consecuencias: continuidad de la vida de los creyentes al dejar este mundo terreno; universalización de la Iglesia misionera; nueva manera presencial de Jesús en la comunidad cristiana y en la persona. Todo ello es posible gracias al poder y acción del Espíritu Santo.