jueves, 3 de mayo de 2018

Evangelio Ciclo "B" / SEXTO DOMINGO DE PASCUA.

El amor es la clave para entender la vida, relacionarte con los demás y ser feliz. No todo es amor ni todo amor vale. El cristiano es el que ha conocido a Jesús, y, amándolo, ha descubierto una nueva y única forma de amar.


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Este pasaje del evangelio de San Juan está escrito mostrándonos la profundidad de los sentimientos que Jesús tiene hacia sus discípulos y discípulas; y de la nueva relación que quiere tener con ellos, basada totalmente en el amor al estilo de como el Padre lo entiende y lo vive con su Hijo.

Este relato que consiste en un discurso de Jesús para nosotros, que somos sus oyentes, nos habla de comunión y nos habla de misión, dos ejes fundamentales de la vida de la Iglesia y de la vida de todo buen cristiano y discípulo de Cristo. Es como si Jesús nos abriera su corazón en la intimidad más estrecha y nos contara el secreto mejor guardado y que contiene las claves para entender la motivación que le ha llevado a vivir y a actuar del modo que lo ha hecho: el amor.

Bajo la imagen de los sarmientos Jesús nos hablaba la semana pasada de lo mismo, donde el labrador, que es el Padre, planta una vid, que es el Hijo, mediante la cual los sarmientos, que somos los seguidores, permaneciendo unidos a la vid podemos dar buenos frutos, que es la misión.

Con la imagen de la amistad, Jesús hoy nos habla de que su colaboradores, es decir, todo cristiano y cristiana, formamos una comunidad, la cual no se entiende sin el amor y la cual se fundamenta en el amor.

La amistad de Jesús conlleva una elección y un permanecer en ese amor que nos condiciona nuestro actuar. Nuestra relación con Cristo está marcada por la relación que Él tiene con el Padre. De esta manera el evangelista nos concreta la relación de amor que quiere Cristo con nosotros para evitar confusiones con otras formas de amarse o de entender el amor.

Esto es muy clarificador en un tiempo como el nuestro donde hay muchas maneras de relacionarse y hasta de entender el amor, porque para los cristianos el amor no es sólo un sentimiento sino un proyecto, una forma de vivir y de entender la vida. Cuando el amor lo reducimos a un sentimiento, si éste mengua o se desinfla por las circunstancias o por el paso del tiempo, es entonces cuando aparece la crisis en todos los tipos de relaciones (pareja, amistad, fraternidad...).

La relación que tenemos que vivir con Cristo es en un amor que nos adhiere a Él en una fidelidad permanente y que nos compromete en la vida y en las obras de cada día, pues el amor cristiano va acompañado de una entrega total, hasta dar la vida. Esta es la amistad que nos oferta Jesús y la que nos pide que tengamos entre sus seguidores. Y no nos la oferta sino que nos la regala. 

Para entenderlo mejor nos trasladamos a la época de Jesús en la que los maestros tenían discípulos y discípulas, creándose un grupo y una fuerte relación entre ellos. El discípulo elegía a su maestro, igual que cada uno elige a un amigo. Cuantos más discípulos tenía un maestro era signo de su calidad y de su grandeza. Pues bien, Jesús se nos presenta como un maestro distinto, renovador, selectivo, ya que es Él quien elige a sus discípulos. Por consiguiente el discipulado de Jesús es un don, es un regalo.

Todo discípulo de la antigüedad era inferior a su maestro, tenía que tenerle un respeto especial y obediencia absoluta, manteniendo una relación entre ambos semejante a la del señor con sus siervos. En cambio Jesús nos aparece con una nueva forma de entender las relaciones de sus discípulos con Él, semejante o igual a la de la amistad.

¿Y cómo se es amigo de Jesús? Primero, viviendo la amistad con Él como un regalo; segundo, vivir esa amistad desde el amor permanente a Él; y tercero, viviendo en esa misma amistad con los demás discípulos. Para que no nos perdamos define en qué consiste su amistad: en "amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado primero". Y su amor ha llegado al extremo de hasta dar la vida por nosotros. Su amor es un vaciarte en el otro y no es aprovecharte del otro. Su amor no permite egoísmos sino servicio y entrega.

De esta manera el amor de Cristo no es un sentimiento para sus discípulos ni siquiera una identidad de los miembros que forman parte de la comunidad de Jesús, sino que es un MANDAMIENTO, es una condición sin la cual no se puede ser ni discípulo ni amigo suyo. Se trata de una comunidad que ha de estar unida en el amor y de una misión que consiste en amar a Cristo y a tus hermanos y hermanas. Comunidad y misión se unen en la acción del amor. Desde las claves que nos da Cristo no se entiende una comunidad sin misión, ni una misión sin comunión.

El pensamiento de Jesús no deja dudas: sin amor no hay vida, no hay fe como experiencia de haber conocido al Padre, y no hay comunidad. Dicho de otra manera, sin amor uno no puede ser cristiano o cristiana. Sin amor no conocemos a Dios, más bien nos lo imaginamos; y quien se lo imagina no puede disfrutar de la alegría de la amistad verdadera.

Y es que la alegría no se compra, no se adquiere... La alegría brota de un corazón contento, satisfecho, pleno porque sabe vivir intensamente la vida, como no se puede hacer de otra manera si no hay amor en ese corazón. Por eso nos encontramos con tantas personas tristes en un mundo saciado de todo y de tantas cosas. La felicidad no la dan las cosas, ni siquiera las personas. Puedes estar casado y formar una familia, estar en una comunidad muy numerosa, tener muchos amigos con los que salir a divertirte... Pero si no hay amor en ti y en tu vida, sino amas ni te sientes amado... vives prisionero de una vida absurda y sin ilusiones. Muchas personas viven en el estrés y la ansiedad que provoca el desorden de sus vidas, la falta de satisfacción, el sentirse en un eterno vacío... que les lleva a una continua búsqueda y cambio de relaciones, de personas, de amigos y de todo... y con nada se sienten llenos y plenos. Vivir en esa oscura soledad y angustia, conlleva un sufrimiento que apaga y que entristece porque no disfrutas de nada ni con nada, porque la vida se te convierte en una inmensa carga.

Muchos cristianos y cristianas hemos descubierto que la alegría tiene un nombre, es una persona: JESÚS. Quien lo ha encontrado lo considera el mejor de sus amigos y se siente feliz. Quien ha aprendido a amar como Él lo ha hecho y lo sigue haciendo, se siente rebosante en sus demás relaciones a pesar de tener problemas como todo hombre o toda mujer los tiene. Quien ama como Cristo es feliz porque hace felices a los demás, aunque nadie es perfecto. Por eso, tener la suerte de haber conocido a Jesús y valorar todo lo que aporta a tu vida y a ti mismo su amistad, es motivo más que suficiente para gritar fuertemente: GRACIAS!!!! Y gracias por dejarme ser tu amigo, pues, aunque estoy enfermo, aunque mis hijos tienen este u otro problema, aunque en el trabajo no llego a estar a gusto del todo... (un largo etc.), Tú me haces feliz.

Ser cristiano es contagiarse del amor del Resucitado, de su alegría, de su paz: para poner amor, alegría y paz en un mundo de críticas, envidias, tristezas y enfrentamientos. Seamos felices y hagamos felices a los demás, pues sólo un corazón enamorado de verdad sabe disfrutar la vida y derrochar felicidad.

Emilio José Fernández, sacerdote.

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