sábado, 31 de marzo de 2018

Evangelio Ciclo "B" / VIGILIA PASCUAL Y PRIMER DOMINGO DE PASCUA.

No busquéis entre los muertos al que vive. Buscarlo con los ojos de la fe, del amor y de la esperanza, y lo hallaréis para continuar su misión de dar vida y alegría en un mundo de muerte, dolor y tristeza.


Seguir leyendo toda la crónica pinchando con el ratón abajo en "Más información".


VIGILIA PASCUAL, Evangelio de Marcos.

En la noche santa del Sábado Santo concluimos el Triduo Pascual e iniciamos el tiempo pascual durante el cual festejaremos la Resurrección del Señor, la fiesta más importante de los cristianos y el fundamento que sostiene nuestra fe cristiana.

En la Liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual haremos un recorrido de la historia de la salvación desde la creación del mundo y del hombre para culminar con la resurrección de Jesús, la nueva creación hecha del hombre nuevo, cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.

En el evangelio de Marcos, que se proclamará como la gran Buena Noticia de esta noche y de todos los tiempos, se nos anuncia la resurrección de Cristo desde el testimonio de unas mujeres que fueron las primeras en descubrir la tumba vacía.

Tenemos que partir entendiendo que este texto no tiene un contenido puramente histórico sino más bien simbólico y catequético por una serie de detalles que así nos lo hace apreciar, como el hecho de que las mujeres no hayan sido previsoras y no hayan tenido en cuenta que la tumba estaba sellada con una gran roca que ellas solas no podrían correr.

Toda la escena se centra en el deseo de ver a Jesús que tienen estas mujeres. Van con el ánimo de encontrarlo muerto en la tumba y cuando llegan ya no está en el lugar donde lo dejaron. Y son invitadas, por el joven que encontraron allí, a ver y comprobar que el cadáver ya no se encuentra en su sitio. El mismo joven les sugiere ir a Galilea para ver al Jesús que buscaban y que ya no se halla en la sepultura.

LLama la atención que las protagonistas de esta escena y las primeras en descubrir la resurrección de Jesús sean una mujeres, las que en una sociedad de fuerte carga masculina ellas eran una parte de la población marginal y a veces excluida de los grandes asuntos. Sin embargo en esta narración aparecen como ejemplo y referente del discipulado y del seguidor de Jesús. No olvidemos que cuando todos los discípulos varones huyeron al arrestar a Jesús, ellas permanecieron de pie junto a la cruz; y ahora son las que acuden al sepulcro a embalsamar su cuerpo aunque han perdido la fe y la esperanza aunque les queda el amor que es el que las motiva; y ellas son las primeras en recibir el mensaje de la resurrección y las enviadas a anunciarlo.

¿Y qué es la resurrección? Sabemos mejor lo que no es: no se trata de la reanimación de un cadáver, ni volver a esta vida débil e imperfecta para terminar muriendo nuevamente más tarde. La resurrección es la transformación plena de toda la persona cuya vida culmina con la entrada en una nueva vida, en la Vida de Dios mismo. La resurrección es la aceptación de que Cristo ha triunfado, ha sido glorificado y ensalzado, ha sido constituido por el Padre en Señor, en Hombre Nuevo y en el Salvador. La muerte dejó a Jesús por falsalte al anunciar un Reino que ya nunca llegaría, pero que con la resurrección la llegada de ese Reino se hace posible. La resurrección devuelve la esperanza a los pobres, a los marginados, a los sufrientes en esta tierra... que confiaron en su anuncio.

Para aquel puñado de mujeres Jesús era un muerto que ya estaba en el lugar que le correspondía, la tumba. Sólo embalsamarlo  era lo único que quedaba por hacerle, y ellas quieren cumplir con esa tradición judía. Jesús y su historia ha quedado definitivamente acabada con su muerte. Porque lo han amado lo embalsaman pero lo hacen ya sin fe y sin esperanza, por lo que aparecen tristes y llenas de recuerdos. Y cuando llegan al sepulcro sus pretensiones se ven frustradas porque no encuentran allí a quien buscaban, y de la tristeza pasan al miedo. 

La gran noticia es que el crucificado ha resucitado, y se trata de una misma persona, de Jesús de Nazaret; la gran noticia es que la tumba está abierta y el muerto ya no está en ella, la muerte ha sido vencida desde dentro, por lo que la historia de Cristo y la persona de Cristo no han acabado, continúan.

Marcos pone el acento en que ya en la muerte no encontraremos a Cristo, sino que quien quiera encontrarse con Él ha de salir del sepulcro, de la muerte, e ir a Galilea, lugar en donde Jesús se centró en el Reino de Dios y lo hizo su causa y su lucha. Él está allí ya como el que ha ido por delante y es allí donde nos espera para que seamos nosotros los que continuemos su causa y su lucha. Por lo tanto, todo el que se ponga en salida y en camino lo encontrará, mas quien se quede instalado y acomodado en su vida no lo encontrará.

Ir a Galilea es el símbolo de lo nuevo que no se queda en el pasado. Ir a Galilea es la vocación de todo discípulo que no se queda en Jerusalén, en el seguimiento de un muerto, sino que busca el seguimiento del que ya vive para siempre. 

Marcos de manera bella nos dice que creer en la resurrección no es el haber sido testigos de cosas extraordinarias o de apariciones espectaculares, sino el haber tenido la experiencia de "abrir los ojos" y poder ver en profundidad quién es verdaderamente Jesús y enamorarse de su mismo proyecto. 

Poder ver al Resucitado no es cuestión de miradas con ojos físicos o corporales ni de apariciones, sino de aprender a ver con los ojos espirituales que supone el tener fe. También se puede ver al Resucitado con un corazón que lo siente cerca cuando hacemos el bien en su nombre y procuramos vivir el Evangelio.

El miedo de las mujeres hemos de entenderlo como la dificultad que todos tenemos para poder creer en el Resucitado cuando necesitamos explicaciones racionales, porque el misterio y todo lo que forma parte de él nos puede llegar a desconcertar. Ellas vencerán ese miedo con una fe que alcanzarán no porque la tumba está vacía o porque un ángel se les aparece sino cuando van a Galilea y sienten su presencia nueva en la continuación de la misión y del trabajo que Jesús inició.

DOMINGO DE PASCUA, Evangelio de Juan.

El Domingo de Pascua el Evangelio que se proclama es el de Juan. Nuevamente aparece el relato de la tumba vacía pero añadiendo el estado en el que se encontraron las vendas y el sudario para salir al frente de los rumores que se circulaban en los días posteriores con los que se acusaba a los discípulos de haber escondido el cuerpo de Jesús.

El Discípulo Amado es el primero en descubrir las vendas y el sudario y echar en falta el cuerpo. Este discípulo es modedo del verdadero discípulo: aquel que cree más por la ausencia de Jesús que por la prueba de la presencia de la mortaja. Pedro no reacciona de la misma manera, sigue sin fe, por lo que él y los otros necesitarán de las apariciones para poder creer.

Aparecen tres personajes fundamentales de la vida de la Iglesia: el Discípulo Amado (al que tradicionalmente se ha identificado con Juan), Pedro y María Magdalena. Cada uno con su historia personal pero todos ellos de una u otra forma han constituído el grupo íntimo de Jesús.

La mujer María Magdalena es la primera que aún de noche, sin haber salido el sol todavía, es decir, sin fe, llega al sepulcro. El amor, la tristeza y el dolor por la ausencia de Jesús la hacen madrugar.

Dos discípulos llegan los primeros. Pedro representa la autoridad dentro de la primitiva comunidad cristiana y Juan es el que amaba al Señor. Esto nos enseña que la autoridad, el poder, ser el destacado en la comunidad no es lo que nos hacer creer y tener fe, sino que es el amor, el corazón, el camino para la fe.

¿Y qué supuso para Juan ver y creer? Pues supuso descubrir que con la resurrección de Jesús se llega a entender a Dios como el Padre que nos ama y que es dador de vida, y que donde los humanos ponemos muerte y tristeza Él porne vida y alegría.

Sin el Dios de la Vida la humanidad se pierde en las oscuridades de las guerras, del hambre, de las miserias... a las que nos conducen el egoísmo, las envidias, las ansias de poder, las ansias de dominar... 

El que cree siente pasión por la vida y lucha por la construcción de un mundo mejor como el que Dios ha soñado. Y el cristianos ha de hacerse presente en los escenarios de dolor y de desolación humana para poner amor y alegría que dan la nueva vida que todos necesitamos. El amor y la alegría que nos regala el Resucitado y que nos proporciona la fe verdadera, la que no necesita pruebas ni evidencias sino la que nos hace fuertes y la que nos hace sentir a Jesús vivo entre nosotros cuando hay amor en nuestras relaciones y alegrías en medio de las escenas humanas de sufrimiento y de muerte.

Emilio José Fernández, sacerdote.

REFLEXIONES ANTERIORES