jueves, 16 de noviembre de 2023

TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 



LOS TALENTOS Y SUS FRUTOS


Mateo 25,14-30

Una parábola que resulta llamativa por la ambición del dueño de unas monedas que las reparte entre tres de sus empleados mientras él está un tiempo fuera. A su regreso ajusta cuentas y los dos primeros le devuelven el doble de los talentos que les dejó, no así el tercero que, por miedo y pasividad, prefirió esconderlos por no arriesgarse.

Los primeros empleados son felicitados y premiados, sin embargo, el tercer empleado decepciona a su señor y es despedido.

Dios ha puesto en cada uno de nosotros unos dones y talentos, no sólo para provecho nuestro sino para que los compartamos con los demás desde la entrega y el servicio. Ese compromiso y riesgo de darlo todo desde la gratuidad y generosidad, da buenos frutos y el bien se multiplica.

Al final de los tiempos cuando seamos juzgados por Dios, lo seremos según nuestra conducta y según los frutos de nuestra vida, que no es para desaprovecharla egoístamente.


DESARROLLO

Una nueva parábola, la de los talentos, es expuesta por Jesús ante unos oyentes que seguramente se quedaron perplejos al tratar de una historia chocante para la época. Para nosotros, con nuestro sentido moderno de la economía, no está mal visto socialmente que una persona se enriquezca. No era así en la Palestina del siglo I ni en las culturas preindustriales, donde la posesión de bienes estaba limitada y el enriquecimiento era entendido como como un abuso y un pecado, porque se tenía que conseguir a costa de otros.

Esta parábola quiere llamar la atención de quienes la escuchan, para que reflexionen sobre la actitud que hemos de tener ante el reino de Dios. El cristiano ha de darlo, apostarlo y arriesgarlo todo por él, porque el reino de Dios ha de ser un compromiso total y no ambiguo. En la base de esta historia se encuentra la promesa de la venida del Señor al final de los tiempos, pues, cuando vuelva, seremos juzgados según haya sido nuestro comportamiento.

Un hombre se marcha y deja de encargados de sus bienes a sus empleados, repartiendo entre ellos los talentos (monedas) que poseía, según la capacidad de cada uno de ellos. Pasado el tiempo regresa y reúne a los tres empleados para que le den cuentas y le devuelvan los talentos. Los dos primeros empleados le devuelven el doble de lo que el dueño le dejó a cada uno; llamando la atención el tercer empleado que, por miedo, enterró el talento y así no pudo devolver ningún beneficio adquirido. El dueño se enfada con este empleado conformista y acomodado, felicitando y premiando a quien supo arriesgar.

De esta manera Jesús nos enseña que todos los dones que de Dios hemos recibido, empezando por la vida y por la fe, y continuando por el resto, hemos de compartirlos y ponerlos al servicio del reino, es decir, de Dios y de los demás, porque es la única manera de que den frutos. Dios ama y reparte gratuitamente, pero Dios también exige. La fe no la podemos guardar en una caja fuerte para protegerla, sino que la fe es una vivencia de cada día que nos lleva a la entrega y al servicio del otro. Tenemos que ser generosos, y un corazón generoso te enriquece ante Dios. Hay quienes entierran su vida al encerrarse en sí mismos, viviendo para sí mismo y sin importarles el prójimo. Quien así lo hace sentirá que su vida es totalmente estéril. Cada uno tenemos lo que Dios nos ha dado, y en nuestras vidas hay luces y sombras. Pero lo mejor de uno mismo se multiplica cuando lo compartimos de manera solidaria. 

Estas palabras de Jesús nos invitan a hacernos esta pregunta: ¿Qué hago y cómo administro los talentos (dones) que Dios me ha regalado?


Emilio J. Fernández, sacerdote

REFLEXIONES ANTERIORES