viernes, 10 de noviembre de 2023

TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

  



ESTAR CON LA LÁMPARA ENCEDIDA


Mateo 25,1-13

Miramos la promesa de la segunda venida de Jesús con la comparación de diez jóvenes que aguardan la llegada del esposo en la noche nupcial. Unas estaban preparadas y las otras no, pero sólo participarán de la fiesta de la boda aquellas que fueron sensatas por tener sus lámparas encendidas, al tenerlas llenas del aceite de la fe y del amor.

El evangelista Mateo nos advierte con esta parábola de la importancia de la constancia y la perseverancia en la vivencia de la fe, a través de las buenas prácticas de caridad a las que Jesús nos invita continuamente en el Evangelio.

La relajación, que nos adormece en la fe y nos hace estar en la oscuridad, nos hará sentir la desilusión y la falta de ganas de querer llevar una vida cristiana.

Sólo quienes han sabido esperar y ser constantes, se salvarán y gozarán de la presencia del Señor para siempre, cuando se produzca el encuentro definitivo. 


DESARROLLO

Vamos finalizando el año litúrgico y la Iglesia nos sitúa en esa etapa en la que esperamos la venida del Señor, que, según su promesa, volvería al final de los tiempos. Desde el inicio de la misma Iglesia, tras la resurrección de Jesús, se viene viviendo dicha espera que se entendió como algo inminente, pero cuyo retraso supuso una relajación y un descuido en algunos de los primeros cristianos. Y esta es la razón por la que Mateo introduce en su evangelio, eminentemente eclesial, esta parábola de las diez vírgenes como una llamada de atención a las comunidades.

Nuevamente Jesús compara el reino de Dios con una boda, una realizad bien conocida para todos los oyentes de su época, porque para todos ellos era una celebración muy importante socialmente y por su carácter alegre y festivo. 

Según el ritual del matrimonio en tiempos de Jesús, bien descrito en este relato, la novia esperaba en su casa paterna, junto con los invitados que estaban ataviados para la ocasión, a que llegase el novio a por ella y la trasladase, acompañado de toda la comitiva, a la nueva casa en la que vivirían como nuevos esposos. El novio podía retrasarse en los acuerdos previos que hacía con la familia de la novia en cuanto a la entrega de regalos por la dote.

En la parábola lo que más se subraya no es el retraso del novio, que, de manera alegórica, se refiere al Señor Jesucristo, ni su inesperada llegada, sino el que las jóvenes (las comunidades cristianas) menos previsoras, por no estar preparadas, no puedan participar en la gran fiesta del Reino y salvarse.

Lo que Mateo está poniendo en evidencia es la crisis que hay en la comunidad eclesial, donde hay divisiones y diferencias (cinco jóvenes sensatas y cinco jóvenes necias) entre sus miembros. Todas las jóvenes se durmieron, pero la actitud no era la misma y no todas estaban preparadas. Cuando llega el novio, ante el juicio que éste hace, unas se unieron al banquete del reino y otras quedaron excluidas.

Para el evangelista Mateo estar preparado equivale a escuchar y poner en práctica la palabra de Jesús, resumida en el mandamiento del amor. El peligro para los cristianos, nos advierte el evangelista, está en la relajación por estar acomodados, desilusionados, distraídos y dedicados en otras cuestiones personales o del mundo, siendo entonces cuando se nos va apagando la lámpara de la fe y el amor. Hay que estar vigilantes, siendo constantes y perseverantes, porque la vivencia de la fe no se puede improvisar a última hora.


Emilio J. Fernández, sacerdote

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