viernes, 5 de mayo de 2023

QUINTO DOMINGO DE PASCUA / Evangelio Ciclo "A"

 



JESÚS, EL CAMINO AL PADRE


Juan 14,1-12

Todos queremos saber quién es Jesús, dónde está y quién está a su lado. Este relato de Juan nos ayuda a comprender la figura de Jesús, la cual no se entiende sin el Padre; y su misión es la de dárnoslo a conocer a través de sí mismo.

La meta de Jesús es el Padre, unirse a él para siempre. Y ese ha de ser también el deseo más grande de todo creyente, pero no lo alcanzaremos sin Jesucristo.

Por eso, para llegar a Dios tenemos que pasar por Jesús, siendo él el camino para descubrir, conocer y llegar a Dios, y no hay otro camino. 

No tener un camino es no tener vida. Y cuando no tenemos vida vemos pasar los días y los acontecimientos, es decir, “vamos tirando de la vida”, sin ilusión, sin fututo, sin rumbo.

Vivimos muchas veces en una mentira de lo que queremos ser, pero sin ser en verdad nada. Y es que sin Dios vivimos de sueños, pero no el presente. 

Sólo Jesús es el camino que nos lleva a una verdadera meta, el Padre, que nos lo hace entender todo con una mirada nueva y que nos hace vivir la vida apasionadamente y en plenitud. 


DESARROLLO

Este relato del evangelio de Juan corresponde a una parte del llamado “discurso de despedida” de Jesús, en el que éste anuncia su partida al Padre, desarrollando la relación que hay entre ambos. Los discípulos expresan su temor a quedarse solos y muestran un sentimiento de orfandad. Para lo cual el Señor les pide que tengan fe en él, porque cuando llegue a su destino final los esperará, se producirá el reencuentro definitivo.

A partir de esas palabras de Jesús, da comienzo un diálogo a modo de preguntas, por parte de los discípulos, y respuestas, por parte del Señor. ¿A dónde va Jesús? No es un lugar, sino que su meta es el Padre, al cual nos presenta como su familia y nuestra familia, siendo él el nexo de unión entre el Padre y nosotros. ¿Cómo llegar al Padre? Solo hay un camino, y es el mismo Jesús. Y aquí la mayoría nos perdemos a la hora de hacer el camino, porque el problema no es desorientarse, cansarse, perderse… en el caminar, sino que el problema es no tener un camino en la vida. Porque el camino que tenemos que recorrer los que tenemos fe se llama Jesús, él es el camino que tenemos que andar para llegar a Dios, a ese Dios que queremos sentir cerca y que, desde nuestro deseo más profundo, queremos ver. Y para verlo, también es Cristo esa luz, porque, siendo el Padre y el Hijo una misma realidad, para conocer y ver a Dios no hay otra iluminación que no sea el mismo Jesucristo, que nos lo revela en su propia persona.

Pero Jesús se autodefine también como la vida. Todos queremos vivir, y vivir más y mejor: nadie en su sano juicio quiere morirse. A veces tenemos la sensación de que no vivimos porque los demás no nos dejan vivir. Queremos una vida feliz, y pensamos que cuanto más tenemos, más felices seremos. Y esa es una mentira que viene a descubrirnos Jesús. Sin Dios no seremos felices, pues mientras alguien no le dé sentido a tu vida, sentirás el vacío y la rutina de caminar por un camino que no te lleva a ninguna parte, un camino circular, que consiste en dar vueltas alrededor de ti mismo, cerrado y centrado en ti mismo. Tomar por camino a Jesús es cambiar de vida, pretender la profundidad y la radicalidad en nuestras decisiones, y ambas son la propuesta del Evangelio. 

Ser cristiano es ante todo creer en Jesús, habiendo tenido la suerte de encontrarlo en nuestra vida, porque es el encuentro con él lo decisivo para luego poder vivir el Evangelio. Cuando tienes esa experiencia de encuentro personal con Cristo vas descubriendo que él es la alegría, la fuerza, la luz, la vida… Y no porque te lo han contado, sino porque tú lo has experimentado, y solo así diremos: “Ciertamente, Jesús es el camino, la verdad y la vida”.


Emilio José Fernández, sacerdote

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