viernes, 31 de marzo de 2023

DOMINGO DE RAMOS, EN LA PASIÓN DEL SEÑOR / Evangelio Ciclo "A"

 


EL MESÍAS DE LA PAZ


Mateo 21,1-17

Próxima la fiesta judía de la Pascua que convoca en Jerusalén a sus ciudadanos y a un gran número de peregrinos procedentes de todo el mundo conocido, Jesús se suma y llega a la Ciudad Santa acompañado de una multitud de seguidores que lo aclaman como el Mesías de la Paz, montado en un pollino y desarmado.

Jesús conoce su final y la cercanía de su muerte porque la tensión ha llegado a un nivel muy alto y en Jerusalén ya lo esperan sus enemigos que están ultimando el modo y el momento de apresarlo y ejecutarlo.

El Mesías de Dios entra en la Jerusalén terrena para vivir su propia Pascua, que consistirá en su sacrificio como el verdadero Cordero de la nueva alianza; y terminará esa misma Pascua con su resurrección, que supondrá su victoria definitiva sobre la muerte  y su entrada victoriosa en la nueva Jerusalén, la Jerusalén del cielo, hacia donde peregrinamos todos los bautizados. 


DESARROLLO

La entrada de Jesús en Jerusalén montado en una pollina es un gesto que está cargado de bastantes mensajes mesiánicos y los evangelios, como en este caso el de Mateo, la sitúan unos días antes de su muerte y en el contexto de la Pascua.

Durante el ministerio público llevado a cabo por Jesucristo en los tres últimos años de su vida, ha habido una constante tarea de anuncio del Reino de Dios, cuya implantación se ha ido visualizando a través de los discursos y hechos (milagros) de Jesús. Muchos lo identificarán con el Mesías esperado y anunciado por los profetas, y otros lo verán como una amenaza y un peligro para el sistema político y religioso del momento, además de considerarlo un falso profeta y mesías.

En las fiestas de la Pascua, conmemoración anual de la liberación de la esclavitud de Egipto, la población de Jerusalén se triplicaba con la visita de peregrinos venidos de todo el país y de otras naciones. Se creaba una atmósfera idónea para todo tipo de manifestaciones y protestas, poniéndose al rojo vivo las expectativas mesiánicas, algo de lo que Jesús también era consciente.

Jesús tiene ya adquirida una reconocida fama y un numeroso grupo de discípulos que le acompañan. Su entrada en la Ciudad Santa no fue una procesión ordenada sino un tumulto y una explosión de sentimientos espontáneos, algo que tuvo que poner a las autoridades religiosas en alerta y precipitar la solución final, porque en cualquier momento podía formarse una revuelta popular y la consecuente muerte violenta de muchos.

El Mesías que representa Jesús es el de los pobres, los marginados, los sencillos y los pacíficos, pues va montado en un pollino que es expresión de la paz y de la pequeñez.

El nuevo pueblo de Dios lo aclama entre cantos, vítores y danzas, y es todo un icono de lo que será su posterior entrada en la nueva Jerusalén, en la Jerusalén del Cielo, al triunfar sobre la muerte con su resurrección. 


Emilio José Fernández, sacerdote

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