viernes, 6 de enero de 2023

SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO / Evangelio Ciclo "A"

 


 

EL CORDERO DE DIOS


Juan 1, 29-34

Juan ha bautizado a Jesús en el río Jordán siendo testigo principal de lo que ha ocurrido en ese hecho fundamental en la vida del Mesías. El profeta nos habla de su experiencia personal ocurrida durante el bautismo del Señor.

Juan el Bautista nos presenta a Jesús con los títulos de Cordero de Dios y de Hijo de Dios. Títulos que se irán poniendo en evidencia a lo largo del Evangelio y durante la vida de Jesús en medio de nosotros.

Cristo es el que quita el pecado del mundo. No sólo es el que perdona, sino el que vence al pecado con su muerte y resurrección.

Cristo nos trae un tiempo nuevo, el del Espíritu Santo, que nos libera del pecado y de la muerte. Es el Espíritu Santo quien genera una nueva vida, a la que los cristianos nacemos por el bautismo. 


En este relato del evangelista Juan aparece el momento posterior, “al día siguiente”, del bautismo del Señor en el que Juan el Bautista hace un discurso a modo de profesión de fe en Jesucristo, al que define como Cordero de Dios y como Hijo de Dios. Y al mismo tiempo menciona las dos acciones que van a caracterizar la misión de Jesús: “el que quita el pecado del mundo” y “el que bautiza con el Espíritu Santo”.

El profeta Juan no sólo ha bautizado a Jesús en el río Jordán como a uno más de esa gran multitud de personas que se acercaron a recibir el bautismo, sino que ha presenciado todo lo que sucedió en Jesús en ese momento y por eso ahora da testimonio de ello, dirigiéndose, a través de un monólogo, a unos oyentes sin determinar: las personas de todos los tiempos y lugares. Juan habla de su experiencia personal, no de lo que le han contado, sino de lo que él ha visto y ha vivido en primera persona.

Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. En el antiguo Israel, para renovar la alianza o pacto entre Dios y el hombre los sacerdotes sacrificaban corderos, como ocurrió la noche de Pascua en Egipto, en la que tuvo lugar la salida del pueblo de Dios que fue liberado de la muerte con la sangre de los corderos y que fue alimentado con su carne. Esa alianza entre Dios y su pueblo, cada vez que se rompe por el pecado, se renueva con el sacrificio de los corderos. 

Ahora el cordero lo pone Dios, ofreciendo a su propio Hijo, que, sacrificado en la cruz, nos libra de la muerte con su resurrección y no sólo perdona nuestros pecados, sino que lucha contra el mal que hay en el mundo. Sacrificio del único y definitivo Cordero que se actualiza cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía.

Jesús es el que está colmado del Espíritu Santo y el que lo va a comunicar a lo largo de su vida, porque Cristo es el verdadero Hijo de Dios, Dios entre los hombres, la Palabra encarnada. El que se une a Cristo por el bautismo nacerá a una nueva vida en el Espíritu Santo para ser liberado de la opresión del pecado y de la muerte. Vivir esta experiencia y ser consciente de ello ha de cambiar nuestra vida como cristianos, haciéndola entrega y servicio a Dios y a los demás todos los días.


Emilio José Fernández, sacerdote

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