sábado, 13 de agosto de 2022

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS

DIOS ENALTECE A LOS HUMILDES

Misa de la Víspera: Lucas 11, 27-28 
Misa del Día: Lucas 1, 39-56

La celebración litúrgica de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos no corresponde a ninguna advocación mariana, sino al misterio de este acontecimiento del final de la vida terrena de la Santísima Virgen y que es dogma de fe (verdad de la fe proclamada de forma oficial, pública y solemne, que hemos de aceptar y creer íntegramente para estar en comunión con la Iglesia católica). Por lo tanto, celebramos el aniversario de este cuarto dogma mariano, el cual fue proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950.

En el Evangelio, María es presentada como la elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, elección que ella confirma con la respuesta de un sí con el que asume la voluntad divina. Este hecho, que acontece en la vida de esta muchacha nazarena, sencilla, humilde y de profunda fe, la convertirá en un ser que podrá gozar de unos privilegios que sólo Ella ha recibido: su concepción, su virginidad, la maternidad del Hijo de Dios, y su asunción a los cielos.

Jesús destaca de su madre la escucha y el cumplimiento de la palabra de Dios. Ella ha vivido el Evangelio de tal manera que ha alcanzado la santidad que le ha permitido gozar de la resurrección de una forma también privilegiada: asunta en cuerpo y alma. María no ha conocido la corrupción, por eso no ha de esperar como los demás mortales al final de los tiempos para que su cuerpo sea glorificado. María goza de la vida eterna ya, Junto a la Santísima Trinidad, como privilegio y don de Dios.

Este reconocimiento divino también lo hace la Iglesia a través de una larga reflexión, que, por la vinculación que Ella tiene con el Hijo de Dios, siendo y sin dejar de ser humana, se le ha dado un lugar excepcional junto a Dios. Eso la convierte además en una mediadora excepcional y en un ejemplo incomparable de santidad, después de su Hijo.

Es precioso observar cómo la oración e himno del Magnificat se cumple plenamente en María, y el dogma de la Asunción es una prueba de ella, en donde vemos el actuar del Señor hecho realidad: “Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. 

Emilio José Fernández, sacerdote

REFLEXIONES ANTERIORES