jueves, 9 de junio de 2022

DOMINGO DE LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD / Evangelio Ciclo "C"


Juan 16, 12-15

Terminado el tiempo litúrgico pascual, continuamos con el Tiempo Ordinario que interrumpimos con el comienzo de la Cuaresma, y lo hacemos este domingo con la celebración de la solemnidad de la Santísima Trinidad, que está en la raíz de nuestra fe, porque se trata de la contemplación y de la reflexión del misterio de Dios mismo. 

¿Quién es Dios? Es una pregunta que antes o después se hace todo ser humano, creyente o no. Habrá muchas respuestas a la hora de comprender la existencia divina, incluso una de las respuestas también puede ser negar esa existencia. Y eso significa el misterio, no en sentido de oscuridad o de enredo, sino de profundización de una verdad que no puede ser totalmente abarcable desde la razón, pero sí sentida en el corazón y aceptada desde la fe.

Jesús abre una puerta para mostrarnos a Dios, al que ha venido a revelarnos, y para que nosotros sigamos saliendo al encuentro de un Dios que nunca se termina de conocer ni de amar, porque su infinitud hace que siempre nos quedemos con más deseo de conocerlo y amarlo.

En este relato de Juan, que pertenece al discurso de despedida que Jesús hace en la última cena, se nos presenta al Espíritu Santo como el que guía a la Iglesia y como el comunicador que le ayuda a comprender los misterios.

Pero Jesús termina mostrándonos la comunión que hay entre él, que es el Hijo de Dios, y el Espíritu Santo y el Padre. La Trinidad es presentada como una comunión de amor compartido que al mismo tiempo comunica amor y vida en nosotros, que estamos hechos a su imagen y semejanza. Dios no es un ser solitario y encerrado en sí mismo. Dios es comunión de personas (Padre e Hijo y Espíritu Santo) y es comunicación con nosotros, no siendo un Dios lejano, distante y desinteresado de nosotros. El amor trinitario llega hasta nosotros, dándonos vida y fortaleza. Dios está en el origen de la vida y de nuestro ser. Dios nos enseña con su ejemplo de comunión y amor que la felicidad es el compartir y la solidaridad que son consecuencia de un mismo amor compartido. Celebrar el misterio de la Santísima Trinidad no es entender racionalmente a Dios, sino descubrir el gozo de sentirte amado por un Dios que es la fuente de tu vida.

Emilio José Fernández, sacerdote


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