sábado, 9 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS, EN LA PASIÓN DEL SEÑOR / Evangelio Ciclo "C"

Lucas 19, 28-44

Este relato del evangelio de Lucas da inicio a la semana más grande de la fe y de la liturgia cristiana. La fiesta de la Pascua era el evento más importante del pueblo judío, que concentraba en la ciudad de Jerusalén a miles de peregrinos venidos del resto del país y de la diáspora (los judíos que vivían fuera de Israel) cada primavera. 

Por lo tanto, en esas fechas la ciudad, que aumentaba considerablemente su población, era un hervidero de gente y había en ella un ambiente festivo y de alegría, donde los sentimientos religiosos y nacionalistas estaban muy a flor de piel.

La Pascua era una fiesta litúrgica que conmemoraba el gran acontecimiento y hecho realizado por Dios, siglos antes, cuando liberó a su pueblo del domino y de la esclavitud egipcia. Esta celebración tenía connotaciones políticas y animaba más los ánimos y las ansias de liberación que los judíos y algunos de sus dirigentes sentían al estar sometidos al imperio romano, por lo que las esperanzas mesiánicas, apoyadas en las profecías que anunciaban que Dios pronto iba a enviar a un mesías libertador, estaban en la mente de todos. 

En este contexto bien conocido por Jesús, él promueve este gesto profético para identificarse ante sus enemigos, por lo que no se trata de una procesión religiosa organizada sino de una manifestación con mucho alboroto.

Lucas nos describe la escena con una composición de detalles que vienen a mostrarnos una imagen diferente del Mesías, porque Jesús no hace una entrada triunfal en Jerusalén como lo harían los grandes militares, vencedores y conquistadores (montados a caballo, acompañados de un potente ejército y rodeados de riquezas), sino que su presencia es totalmente sencilla y humilde, en mansedumbre y servicio a su pueblo, sin emplear la violencia ni signos de poder. Jesús entra montado en un pollino nuevo como príncipe de la paz para inaugurar un tiempo nuevo evidenciado en los milagros que ha realizado y que fue mucho antes anunciado por el profeta de Zacarías. 

Antes como ahora, incluso a nosotros, Jesús decepciona como enviado de Dios por su apariencia envuelta en la falta de poder, de grandezas y sin imposiciones. Pero lo que está claro es que Jesús ha venido a mostrarnos una nueva forma de hacer los cambios y de construir el mundo: desde el amor, la paz, el servicio y la entrega.

Emilio José Fernández, sacerdote


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