miércoles, 22 de diciembre de 2021

NAVIDAD DEL SEÑOR / Evangelio Ciclo "C"

Lucas 2, 1-14

El evangelista Lucas nos narra el nacimiento de Jesús queriéndolo situar en su contexto histórico y con un lenguaje teológico para transmitirnos la profundidad y trascendencia del suceso para toda la humanidad. El evangelista trata de comunicarnos que todos los días nacen miles de niños, pero como Jesús no ha habido otro nacimiento en ningún lugar ni tiempo porque él es único e incomparable.

Nos encontramos con menciones de lugares y personajes del Antiguo Testamento que aparecen con un sentido mesiánico, ya que los profetas anunciaron que el Mesías sería descendiente del rey David y nacerá donde él nació: en Belén. Jesús es hijo legal de José, descendiente del rey David, y por este parentesco Jesús estará ligado también a David.

Lucas, con un lenguaje solemne, intenta comparar el nacimiento de Jesús con su posterior resurrección, y lo hace situando el nacimiento en la noche, con la aparición de ángeles que dan la noticia y desean la paz; presentando también el nacimiento como la victoria de Jesús como el Salvador, Mesías y Señor, y en un sentido universal: para todo pueblo. Por eso el nacimiento de Jesús nos habla ya de su futura resurrección y es un anticipo de la Pascua.

La noche es tiempo de salvación, Dios hace sus grandes hazañas en la noche, símbolo del caos, de la muerte, del miedo, de la duda. Y en medio de la noche nos visita la Luz, que rompe la noche y que trae la alegría, la verdad, la seguridad, la esperanza, la paz… En la noche todo está en calma, es el silencio… Por eso en la noche tenemos el nacimiento de Jesús en un anonimato total y en un secreto para muchos, porque nació de una mujer desconocida (no era reina ni famosa), no encontró posada, no había lugar para Dios, ni la humanidad tenía sitio para uno de los suyos al hacerse hombre. Pocos se enteraron. Jesús vino a este mundo de puntillas, su nacimiento sucede de manera inadvertida. Los judíos nunca hubieran esperado que el nacimiento de Jesús, del Mesías, sucediera así. Nunca hubieran creído a todo un Dios envuelto en pañales y en completo anonimato. La humildad de Dios en Jesús y su pequeñez los ha desconcertado y nos desconcierta a nosotros. Esto pone en evidencia lo que se verá a lo largo del evangelio: los caminos de Dios no son nuestros caminos. El que va a destronar a los poderosos y a humillar a los enaltecidos no se presenta en poder y grandeza sino como un niño pobre e indefenso.

En el Israel de aquel tiempo los pastores eran personas sin ninguna cultura y sin ningún porvenir, por lo que era un colectivo marginado y despreciado, sin derechos civiles y sin un hogar fijo por ser nómadas. Pues bien, el anuncio gozoso del ángel los tiene a ellos como los primeros destinatarios. Jamás ellos, que no eran los más importantes en su sociedad, se hubieran imaginado ser los preferidos de Dios para conocer en primera persona al Hijo de Dios. Y es que será así durante toda la vida de Jesús lo que ya sucede desde el principio y en su nacimiento: los pobres, los marginados, los enfermos, los endemoniados, los pecadores… toda la escoria social serán sus preferidos. No ha venido a por los mejores y se ha sentido cómodo entre los últimos.

Y es que los ricos, acomodados, poderosos, que se consideran perfectos… han puesto su corazón en ellos mismos y en sus pertenencias, no buscan a Dios porque no lo necesitan. Sin embargo, los que lo necesitan le abren su corazón y lo encuentran. 

“Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor”. Ese hoy es eterno porque desde entonces, en cada presente Jesús sigue naciendo. En nuestra actualidad, en la que todavía queda mucha noche, mucho dolor, marginación, pobreza, etc. Jesús sigue naciendo. Y nace sin ser noticia porque nace para aquellos que no son noticia. Sigue naciendo en el anonimato y lo hace sin ser noticia de repercusión.

Todo ello nos muestra a un Dios totalmente distinto. Ese Dios hecho niño nos habla de un Dios que no es grandioso, excelso, sublime e inaccesible. Es un Dios cercano, al alcance de todos, pacífico y lleno de ternura y amor.

Es un Dios que se sigue mostrando en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo pobre, en la humanidad y la fragilidad de las personas… y en el pan y el vino en los que nace cada día hecho Eucaristía, para adorarlo en amor y amando a los demás: Un Dios que nace y quiere alimentar a los que tienen hambre de Él: los que se sienten vacíos, pequeños, débiles y últimos.

Emilio José Fernández, sacerdote


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