jueves, 8 de noviembre de 2018

Evangelio Ciclo "B" / TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Cuando das de lo poco que tienes y haces más de lo que te permiten tus facultades, las puertas del Reino de Dios se abren para ti.

Después de que Jesús se ha sentido examinado por un escriba, un estudioso de la Ley de Dios, sobre el mandamiento más importante, ahora es Jesús el que examina la vida y el comportamiento de estas personas influyentes que se sentían más justas por tener mayores conocimientos que los demás creyentes.

El evangelista Marcos, con una maestría y gran arte para contar los hechos, va a desmontar la forma de ser de los letrados mediante la comparación de los ricos con un personaje que representa a las personas más humildes y pobres de la sociedad de entonces. De ahí Marcos nos propone una gran enseñanza de Jesús, que evalúa la calidad de las personas por su interior más que por sus apariencias externas; y nos advierte que de entre los miembros de una comunidad, Jesús considera más importante a aquel que es generoso más que aquel que es egoísta y soberbio.

Los letrados eran un grupo de creyentes dentro de la religión judía que profesionalmente conocen bien e interpretan la Sagrada Escritura para darla a conocer a la gente sencilla y sin estudios. Sin embargo, aparecen como creyentes deseosos de poder y de privilegios, usando la religión para estos objetivos. Aunque este comportamiento nos parezca poco peligroso, en cierta medida no es así, y por eso Jesús lo denuncia y nos lo presenta como una falsa espiritualidad, porque los letrados rezan para ser vistos y no tienen gestos de caridad fraterna.

Aprovechando que está en el Templo, Jesús, que ha observado el comportamiento de las personas que se acercan a depositar su ofrenda, compara el comportamiento de unos y de otros. Una de las cosas que a mí me sorprenden de este relato es descubrir la mirada de Jesús, que alcanza más allá de lo físico porque penetra en el corazón de cada uno, lo que le hace conocer las verdaderas intenciones de los demás. Por eso Jesús ve que todos no actúan de la misma manera.

Al comparar las cantidades de dinero que los ricos echaban en el cepillo con las de una pobre viuda, Jesús no se fija en la cantidad de dinero que cada uno tiene, sino que pone su mirada en la generosidad que cada uno manifiesta a la hora de desprenderse de sus posesiones. No da más el que tiene mucho sino el que es más solidario.

En contraposición de los ricos, que han echado de lo que les sobra, nos encontramos con una viuda, una mujer que no tiene ni lo necesario para vivir porque, a falta de su marido, los ingresos en su hogar son mínimos, pues las viudas no gozaban ni de pagas ni de otro medio de protección social. Aun así, esta mujer ha hecho su ofrenda y se ha desprendido de una cantidad muy necesaria para poder vivir ella.

Es curioso observar que esta mujer no ha venido a pedir limosnas a los ricos, sino a dar de lo poco que tiene para compartir con los que tienen menos que ella. Su bolsillo es más pequeño que el de los ricos pero su corazón es más grande que el de ellos. 

Las personas tendemos a mirar y a apreciar lo externo, pero Jesús nos enseña que Dios ve lo que la mayoría de nosotros no vemos: porque nosotros le damos más importancia a la cantidad que a la calidad, sin embargo Dios valora y aprecia a quienes, como Jesús, son generosos, humildes y serviciales.

En una sociedad como la nuestra, poseída por el capitalismo sin freno, donde cultural e ideológicamente "tanto vales según tanto tengas", el Evangelio viene a estallar y reventar este criterio tan humano y presente en todas las sociedad de todos los tiempos. Para Dios tú vales por tu capacidad de amar, de entrega y de caridad con los más pobres. El que hace el bien y presume de ello no es comparable con el que hace el bien sin ninguna pretensión ni beneficio propio.

La enseñanza es clara: Cuando tú reces, colabores en algo, compartas con los demás..., no lo hagas pretendiendo ser así más valorado, querido y respetado. Hazlo con la certeza, que nos da la fe, de saber que Dios nos mira y que nunca se escapa a su mirada el bien que haces. 

Una vez más Jesús nos indica quiénes son los destinatarios del Reino y los preferidos de Dios, pues la grandeza humana está no tanto en lo que tienes sino en lo que das de ti y de lo tuyo, pero cuando lo haces movido por un corazón generoso como lo es el de Dios.


Emilio José Fernández, sacerdote

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