martes, 10 de julio de 2018

Evangelio Ciclo "B" / DÉCIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Dios te ha elegido para que hables y hagas en su nombre, de tal modo que su obra la continúes tú junto a la comunidad eclesial, haciendo llegar el Evangelio allí donde alguien lo pueda escuchar, acoger y vivir  como nuevo convertido a la fe.

El pasaje del Evangelio de Marcos que este domingo meditaremos tiene un fuerte aroma al sentido profundo de la vocación, que no es sólo la llamada o invitación que siente una persona sino que es también el envío a una misión. La vocación cristiana no surge de un deseo profundo en la persona, ni es un proyecto personal en el que poder sentirse realizada y que le da sentido a su vida... La vocación cristiana es el desperta de un deseo, el sueño y realización de un proyecto... que más que tuyo es de Otro; un deseo, un proyecto... que afecta a toda tu vida, a todo lo que tú eres y a todo lo que tú haces. Y que se convierte en algo comunitario porque nunca actúas en nombre propio y de cuyos frutos se beneficia toda la Iglesia para gloria de Dios.

Los Doce es un número que nos recuerda a la comunidad más íntima de seguidores y colaboradores de Jesús en su tarea de vivir y a nunciar el Evangelio del Reino de Dios. Estos Doce al mismo tiempo hacen referencia al pueblo de Dios que se inicia con las doce tribus de Israel y que con Cristo se convertirá en el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Los Doce no eligen a Jesús como Maestro para seguirle como discípulos, sino que son llamados por el mismo Jesús, a iniciativa propia, para formar con Él una comunidad de fe y de amor fraterno. Hasta ese momento previo a la elección ellos han estado a su lado, escuchando y aprendiendo sus enseñanzas, compartiendo todo lo que Él vivía y hacía. Pero es ahora cuando Marcos nos muestra la otra dimensión del discípulo, que es la dimensión misionera. Son enviados por Jesús de dos en dos, parar que actúen en su nombre y con sus mismo poderes.

Una vez que Jesús ha sido rechazado en su pueblo de origen, Nazaret, Jesús no se viene abajo ni tira la toalla, sino que vuelve a retomar su camino de enseñar desde lo que vive y de vivir lo que enseña. Lo que sus paisanos no han querido recibir Jesús lo sigue ofreciendo en otros lugares y a otras personas, añadiendo a partir de ahora la colaboración de los que Él ha escogido y ha enviado. No se ha dejado vencer por ese fracaso vivido en Nazaret y vuelve reforzado y multiplicando por doce sus esfuerzos y la tarea que viene realizando tiempo atrás: su misión. Para sus discípulos esta iniciativa de Jesús es una sorpresa y un avance en el proceso de seguimiento de cada uno de ellos y en su forma de trabajar por el Reino de Dios. Ahora ya no sólo acompañan sino que comparten con Jesús algo tan importante como es su misión.

¿Y en qué consistirá la misión de los discípulos? Marcos la va a identificar con la misma misión de Jesús, para lo cual usa las mismas palabras con las que definie la misión de Jesús para definir la misión del dicicpulado: predican, expulsan demonios, ungen a muschos enfermos. La misión de los discípulos nace de la misión de Cristo, no es, por tanto, una misión aparte sino idéntica, pero subrayando que de la misión del Maestro se sostiene la del discípulo. La misión del discípulo es una prolongación de la misión de Jesús.

Este cambio, a la persona que pasa de ser un mero seguidor de Jesús a poder formar parte de su misión le supone lo que se llama una triple conciencia: la conciencia de ser enviado, la conciencia de salir de sí mismo para ir a otro sitio nuevo, es decir, la itinerancia, y la conciencia de poseer un mensaje nuevo y alegre que poder comunicar a los demás.

Este pasaje nos recuerda que toda la Iglesia y todos sus miembros son misioneros, y lo son por vocación, por expreseo deseo del Señor. Marcos subraya que una característica fundamental del cristiano que se siente misionero o misionera es la pobreza. No se necesita nada más que lo indispensable para vivir y tener más de lo necesario supone una carga añadida. Quien a Dios tiene casi le sobra todo lo demás. El que sigue a Jesús sabe prescindir de todo porque el valor y lo importante ya no está en lo material sino en el Dios que se nos ha dado como un don imprescindible para el creyente. No es una pobreza que nos hunde en la miseria sino una pobreza que nos libera y nos convierte en hombres y mujeres libres. Quien no se libera se ata y se acomoda, no está dispuesto a la itinerancia ni a la generosidad de compartir su propia vida con los demás desde el servicio y desde la entrega.

La misión cristiana es una "comisión", misión compartida. Todos unidos a la misión de Cristo y todos formando parte de una misma misión. Igual que jurídicamente el testimonio en un juicio judío solo tenía validez si era afirmado por dos testigos, también el envío cristiano, para tener validez jurídica, se hace de dos en dos. Es la comunidad cristiana la que envageliza, y un signo de esa fraternidad es el ir de dos en dos, en pequeñas comunidades delegadas de la comunidad principal.

La evangelización no debe buscar el beneficio personal ni el enriquecimiento propio sino la salvación de todos los hombres y mujeres del mundo.

Hay una invitación a no perder el tiempo, no forzando situaciones ni entretenerse en lugares que no son receptivos con el mensaje evangélico. La misión es algo tan importante que requiere urgencia y que debe ser nuestra principal preocupación.

En este relato también se refleja las dificulatdes de la evangelización que va experimentando Jesús y la primitiva Iglesia, algo que también sucede en nuestro tiempo. Aunque el rechazo suponga un sufrimiento, hay que ser siempre valientes y jugarse hasta la propia vida si fuera necesario. No tenemos que buscar la eficacia y tenermos que dejar el resultado final en las manos de Dios. La misión es una lucha contra el Mal que se hace presente en nuestro mundo, pues la misión aunque pueda ser dura también lo es gozosa.

Si Jesús es el que elige y envía, según este relato evangélico, se da por supuesto que Él es también el que marca las direstrices de cómo debe hacerse esa misión. Por eso los discípulos dicen y hacen lo que han oído y lo que ha visto hacer a Jesús. No se nos cuenta nada de dónde estuvieron, qué exito alcanzaron ni qué criscustancias se les presentaron, porque no es lo que le interese al autor, pues para éste lo importante es que la misión nace en Jesús y se desempeña en su nombre y con la fuerza que Él nos da. Todo misionero tiene la disgnidad que le ha dado el que lo ha enviado y es dador de salud de cuerpo y alma, de alegría.

Desde el principio de la Iglesia hasta hoy la misión consiste en la conversión de las personas que escuchan el Evangelio y lo ven vivir en los cristianos. Y la Evangelización no consiste en anunciar un mensaje sino también luchar y promover la justicia frente a la injusticia, la liberación frente a la esclavitud, la recuperación y la dignidad de toda persona. Y el misionero siempre tendrá trabajo porque siempre habrá pobres, hambriendos de la palabra de Dios y necesitados de justicia. 

Por eso hoy es bueno que te sientas misionero y misionera como cristiano o cristiana, de darle gracias a Dios porque como sacerdote, religioso o religiosa, consagrado o consagrada, catequistas o voluntario de Cáritas, hermano o hermana cofrade, padre o madre de familia, empresario, profesor, médico, político... Dios te necesita y los hermanos también, aunque tu misión la vivas en el silencio como enfermo o imposibilitado por la edad u otras cirscunstancias, pues aun así tú sigues siendo necesario. Pero, ¿eres un misionero activo o pasivo, eres antorcha de Dios o una vela apagada? 

Y por cierto, se me olvidaba, también las redes sociales son una puerta a la misión y mediante ellas también tú puedes evangelizar sabiéndolas usar para ese fin. Sea como fuere, hay muchos campos para la misión; y donde Dios te ha puesto, ya sabes: tú eres su misionero o misionera.


Emilio José Fernández, sacerdote

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