lunes, 14 de agosto de 2023

VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

  



LA MUJER CANANEA


Mateo 15,21-28

Una mujer cananea, por lo tanto, pagana, sale al encuentro de Jesús pidiendo ayuda para su hija que está poseída por un demonio.

Los discípulos hacen de mediadores, ante la resistencia que pone Jesús para atenderla porque no es judía y ante la insistencia de la mujer.

Finalmente, Jesús cambia de actitud al comprobar la humildad de esta madre, que no se siente superior a los demás ni exige algo que no puede recibir, conformándose incluso con lo poco.

La fe que esta mujer muestra conmueve a Jesús y él la pone como referente de creyente, subrayándose así que los beneficios del reino de Dios son para todos y que la única condición indispensable para ello es tener fe.


DESARROLLO

De entrada, con nuestra mentalidad occidental y moderna, en este relato resultan chocantes las palabras de Jesús con las que se dirige a una mujer cananea, pues ya en el Antiguo Testamento a los cananeos, los habitantes de esa región que se encontraba al norte de la Galilea en los tiempos de Jesús, se les consideraban paganos.

Resulta llamativo cómo en una región pagana a la que Jesús se ha desplazado para anunciar el reino de Dios, una mujer y madre de allí, de forma claramente desesperada, acude en ayuda de Jesús para que libere a su hija que estaba poseída por un demonio. La respuesta de Jesús no es la esperada por la manera de proceder a la que nos tiene acostumbrados, pues en un primer momento Jesús se niega a atender la necesidad que la mujer le plantea y se dirige a ella con un cierto rechazo “racista” al argumental que él solo ha venido para las ovejas descarriadas de Israel.

¿Dónde queda, entonces, la universalidad del reino de Dios? ¿Y la misericordia de Dios? De eso precisamente trata este relato, de salir al frente de un colectivo de nuevos cristianos procedentes del judaísmo que, aunque minoritario, no aceptan la presencia de paganos en sus comunidades cristianas, actitud que provoca una tensión en la primitiva Iglesia y que abre un debate, el cual Mateo quiere resolver con esta escena en la que se nos enseña que para beneficiarse de los tesoros del reino de Dios, para ser discípulo de Jesús y formar parte de la comunidad eclesial lo importante no es tu procedencia, tu sexo, tu puesto social…, sino que lo necesario e imprescindible es tener fe, la única condición que Jesús pone a la hora de actuar haciendo el bien.

Tenemos una mujer que ante las palabras de Jesús no se siente merecedora de nada y se conforma con poco. Es por tanto un gesto de humildad de quien no exige nada y acepta su inferioridad. Esta humildad, acompañada de su fe grade, es la que hace cambiar de actitud a Jesús, para terminar siendo elogiándola y señalada por él como referente de fe, además de conseguir que se cumpla su deseo solicitado: que su hija quede liberada de la posesión.

La Iglesia de Jesús ha de ser acogedora con quienes se acercan pidiendo ayuda o queriendo formar parte de ella, no importando su procedencia, edad, oficio… En nuestro tiempo el problema no es tanto el no tener abierta la puerta de la Iglesia a quienes vienen buscando a Jesús, sino que el problema añadido actual es cuando cada vez son menos los que vienen o cada vez son más a los que no les interesamos para nada. Y eso nos ha de preocupar. Si los de dentro nos sentimos superiores y mejores que los de fuera, difícilmente seremos acogedores. Hay que procurar que los “extraños” sienta deseo de entrar, y, en parte, eso va a depender de tu testimonio y del mío.


Emilio J. Fernández, sacerdote

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