viernes, 4 de agosto de 2023

DÉCIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

ADVERTENCIA IMPORTANTE

Con la intención de no perder el orden que llevamos en las reflexiones dominicales, os dejo la meditación del Evangelio del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, el que correspondería en el día de hoy.

Sin embargo, este domingo, al coincidir con el 6 de agosto, Fiesta litúrgica de la Transfiguración del Señor, las lecturas son propias. 

El Evangelio de la Fiesta de la Transfiguración es el mismo del II Domingo de Cuaresma. Para no repetirme en la reflexión, os pongo a continuación el enlace, que debéis de pinchar o tocar, para poder leerla nuevamente:

https://elpozodedios.blogspot.com/2023/03/segundo-domingo-de-cuaresma-evangelio.html#more


DIOS SE HACE PAN PARA LOS HAMBRIENTOS

Mateo 14,13-21

Ni si quiera el miedo a perder la vida, como le ocurrió a Juan el Bautista, hacen que Jesús se desentienda de las necesidades del pueblo de Dios y de su tarea de construir el reino de Dios.

La multitud no deja de seguirle porque necesita de su ayuda, especialmente de la sanación y de la liberación, signos mesiánicos.

Pero también Jesús es consciente de otra necesidad muy humana: el alimento que sacia el hambre, que fortalece y que prolonga nuestra vida.

Jesús alimenta a su pueblo con unos pocos panes y pescados, que nos recuerdan a la Eucaristía y a la resurrección. Porque también el hombre tiene hambre de Dios y necesita saciar su alma, fortalecer su alma y alcanzar la vida eterna que solo nos viene a través del Señor.

Así el compartir se convierte en un milagro cuando de lo poco conseguimos la abundancia para todos. Y es que los verdaderos actos de caridad no siempre son visibles, pero hacen mucho bien.


DESARROLLO

A modo de parábola nos encontramos con uno de los signos (milagros) más conocidos de Jesús, la multiplicación de los panes y de los peces, que, según los distintos autores de los evangelios, y dependiendo de la intencionalidad y de los destinatarios de cada uno de ellos, algunos de los detalles varían.

Mateo parte en su relato de una noticia que conmovió y desconcertó a Jesús: la muerte de Juan el Bautista. Este hecho histórico hizo entrar en una crisis y reflexión al nazareno, pues es consciente de que él puede correr el mismo destino si termina en un enfrentamiento con las autoridades políticas. 

Otra consecuencia de este acontecimiento es el cambio de actitud en cuanto al anuncio del reino de Dios por parte del Maestro, que toma distancia con respecto al pueblo y se centra más en sus discípulos, retirándose a solas con ellos en una barca (símbolo de la Iglesia).

Pero es el pueblo, quien, motivado por sus necesidades, especialmente el hambre de Dios, busca y espera a Jesús en la orilla del lago. Jesús al verlos, dice el autor, “Sintió compasión de ellos” y curó a los enfermos. La misericordia de Dios se refleja en el hecho de no desatender a quien acude pidiendo ayuda. Esto mismo es lo que el Maestro quiere enseñar para que lo continúe haciendo su Iglesia: misericordia y caridad.

Pero la necesidad humana como la espiritual más importante es el hambre material y el hambre espiritual. Sin pan el hombre no tiene vida; y sin Dios, hecho pan en la Eucaristía, el hombre no tiene vida espiritual. Nuestro cuerpo necesita del pan material para no morir y nuestra alma necita del pan espiritual para ser fortalecida y para alcanzar la inmortalidad con la resurrección.

Los discípulos son los que piden a Jesús que despida a la multitud para que les dé tiempo a llegar a las aldeas para conseguir comida para la cena. Pero Jesús derrocha en misericordia dándoles él de comer al compartir de lo poco que tenían los suyos. Y es la Iglesia la encargada de alimentar, desde entonces, al pueblo de Dios con el Pan de Jesús, la Eucaristía. 

Dios nos cuida y nos alimenta, y de ello hay muchos testimonios en los textos del Antiguo Testamento. Pero es ahora Jesús quien lo hace, con la ayuda de la Iglesia, a través del sacramento de la Eucaristía y al compartir los bienes de manera fraternal, a través de los actos de caridad con los que menos tienen. 

El compartir es un milagro diario frente al egoísmo e individualismo personal y de la sociedad. Y es el compartir la solución que nos ofrece el Señor para resolver muchas de las injusticias y desigualdades. Por eso, pon siempre lo poco que tienes, que Dios pone lo demás y lo que falta.


Emilio J. Fernández, sacerdote

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