jueves, 8 de junio de 2023

TIEMPO ORDINARIO: SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO / Evangelio Ciclo "A"



EL PAN DE VIDA


Juan 6,51-58

Desde el inicio de la Iglesia las comunidades cristianas van surgiendo en torno a la Eucaristía, que más que una celebración es la presencia viva y real de Jesucristo, el Hijo de Dios, que se une a nosotros y nos da vida a través del pan que se rompe y se reparte.

La Eucaristía no es un símbolo ni una teatralización de un gesto ritual realizado por el Señor en la última cena. La Eucaristía es el mismo Jesús, el Hijo de Dios, muerto y resucitado, que no solo nos alimenta, sino que él mismo es el alimento que nos pude dar la vida verdadera.

No sentimos necesidad de la Eucaristía si no tenemos hambre y deseo de Dios. La Eucaristía es más para vivirla que para entenderla, pero cuando sentimos interiormente que es el mismo Cristo, el que se hizo hombre, el que ahora se hace pan, sentimos también el amor de quien murió para que tengamos vida.


DESARROLLO

La Eucaristía es un sacramento y una celebración de la Iglesia que los cristianos tenemos muy a la mano, pero no siempre sabemos valorar su importancia y su alcance para nuestra vida de fe.

Para comprender mejor este sacramento, partimos de la base de nuestra creencia en un Dios creador y dador de vida. Pero quien no se alimenta, entonces enferma y fallece. Por eso Dios nos procura el alimento material para que cada día tengamos vida a través de todo lo creado por sus manos. Como hijos suyos y hechos a su imagen y semejanza, nos ha procurado otro alimento, el espiritual, el pan del cielo.

En este discurso eucarístico de Jesús, él se presenta como el pan vivo bajado del cielo. No lo dice en sentido metafórico o simbólico de sí mismo. Jesús aparece totalmente identificado con la Eucaristía y a su vez asegura que es  indispensable consumirlo a él, hecho pan eucarístico, para tener vida. 

Tuvo que ser muy chocante y escandaloso, hasta para los primeros cristianos, la fe en un Dios que ya no sólo comparte nuestra humanidad al encarnarse en el Hijo. Pero tuvo que resultar hasta blasfemo el hecho de que también éste se ha hecho comida que se da en alimento, para hacernos sentir su presencia cercana, visible y real en lo material de un pedazo de pan y un vaso de lleno de vino.

El centro de la Eucaristía es el mismo Cristo, muerto y resucitado, porque no sólo nos alimenta, sino que él es en sí el alimento, en donde todo su ser se hace presente y real en la Eucaristía, para unirse a nosotros desde la cercanía y sencillez del pan y el vino, convertidos en manjar para los hambrientos y sedientos de Dios.

Y eso fue lo que hizo Jesús cuando aparece en los evangelios dando de comer a las multitudes, repartiendo su pan y el de la comunidad de sus discípulos a los más pobres y necesitados no solo de lo material sino de Dios. Este gesto nos ha de enseñar a los cristianos que también nosotros hemos de ser un reflejo de la Eucaristía a través de la caridad, la solidaridad, el servicio y la entrega desde la donación personal.


Emilio J. Fernández, sacerdote

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