viernes, 23 de diciembre de 2022

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR / Evangelio Ciclo "A"

 



EL DIOS DESAPERCIBIDO


Lucas 2, 1-14

Lucas nos narra la el acontecimiento del nacimiento de Jesús, y nos lo muestra en dos planos. En plano de lo humano, el escenario se describe desde la cotidianidad de unos padres que han de cumplir una ley dictada por el César, siendo los dos unos de tantos, y han de desplazarse a un lugar por caminos complicados; naciendo el niño que esperaban en una cuadra y colocado en un pesebre, como también tantos niños nacen hoy en condiciones de extremas; y siendo visitado por unos pastores que estaban en la intemperie de la noche como tantos trabajadores en nuestro tiempo aguantan las duras obligaciones para poder vivir.

Pero desde la fe, Lucas nos muestra la intervención de Dios poniendo luz en la noche oscura y trayendo la alegría y el gozo, revelándose la los últimos para hacer realidad en ellos la buena noticia de la salvación.


La solemnidad de hoy es la conmemoración del primer dogma de fe mariano, que define a María como la Madre de Dios (Concilio de Éfeso, año 431). Este relato de Lucas une dos momentos del nacimiento de Jesús: la adoración de los pastores y la circuncisión del niño a los ocho días.

Los pastores fueron los primeros en recibir la buena noticia del nacimiento de Jesús, en el silencio de la noche. Lo que ellos han escuchado quieren comprobarlo y por eso se desplazan hasta el lugar que les ha indicado el ángel.

Cuando llegan los pastores verifican lo que se les había anunciado. Efectivamente, encuentran a un niño envuelto en pañales. No hay nada extraordinario, porque el nacimiento de un niño es algo muy natural y que sucede a diario. Lo sorprendente es la sencillez que envuelve la escena, algo que resulta paradójico y contradictorio al tratarse del niño más grande de todos los tiempos, el Hijo de Dios, pues, en la antigüedad, el nacimiento de los grandes personajes venía acompañado de grandes acontecimientos y proezas. Lucas nos descubre a un Dios cercano en la humanidad de un niño, en la vulnerabilidad y debilidad del ser humano. Muchos esperaban al Mesías como rico y poderoso, mas él se presentó en medio de la pobreza de un establo que fue su primer hogar; lo esperaban guerrero, pero siempre fue manso y misericordioso; lo esperaban rey de reyes y toda su vida fue de servicio y de entrega. Dios nos ha roto esas expectativas humanas que solemos proyectar en Él.

Los pastores se convierten en los primeros testigos de la presencia de Jesús en medio de nosotros, dando testimonio al contar, maravillados, lo que les había sucedido. Sin embargo, la gran testigo del nacimiento de este niño será su propia madre, una mujer y verdadera judía que cumple los preceptos de su religión. María es la que da testimonio desde el silencio de creer y de interiorizar lo que vive, meditándolo y guardándolo todo en su corazón. Porque en el camino de la fe, que es un proceso, hay experiencias de gozo y de dolor, de altibajos y claroscuros, que a veces no se entienden pero que se asumen poniendo la esperanza en ese niño que ella nos muestra, al que pondrán por nombre Jesús (el que Salva). 


Emilio José Fernández, sacerdote

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