viernes, 4 de marzo de 2022

DOMINGO I DE CUARESMA / Evangelio Ciclo "C"


Lucas 4, 1-13

Al inicio de la Cuaresma y en este primer domingo, el evangelista Lucas nos hace un breve balance de la experiencia que Jesús tiene en el desierto, lugar inhóspito, de soledad, de carencias y en el que sentimos las necesidades humanas más profundas a nivel material, moral y espiritual, las llamadas tentaciones cuando esas necesidades se quieren convertir en insustituibles, preferentes y aspiran a ocupar el centro de nuestro corazón cuando nos entregamos a ellas.

Creyendo que el Evangelio es la crónica de un superhéroe sentimos una confusión y desconcierto ante este relato donde observamos la humanidad de Jesús y sus propias debilidades humanas. 

Lucas emplea un lenguaje simbólico para, por medio de la comparativa, explicar y hacer mejor entender de manera sencilla unas realidades que son difíciles de expresar.

Las tentaciones y pruebas a las que Jesús se somete en el desierto después de su bautismo y acompañado del Espíritu Santo son un preámbulo de aquellas a las que se tendrá que enfrentar en el día a día y en el momento de su muerte en una cruz. Tenemos una triple prueba que engloba todas las pruebas y tentaciones posibles. 

La primera tentación es la que supone renunciar a su condición de hombre. Se trata de la prueba de los panes en la que se refleja toda persona que ha de luchar y trabajar para poder vivir. En el camino de la fe sentimos el hambre al privarnos de necesidades de las que somos dependientes para poder vivir con más sinceridad las exigencias evangélicas. Pero la verdadera hambre de Jesús es la justicia y el amor, la libertad y la fraternidad. Y Jesús responde como Hijo de Dios a esta tentativa desde la necesidad humana de vivir en la voluntad de Dios y cumplimiento de su palabra, “porque no solo de pan vive el hombre”. La escucha de la palabra de Dios y la obediencia a su voluntad, aunque en ocasiones resulta un pan amargo, es ese pan que nos aporta la verdadera vida.

La segunda tentación es la renuncia al mesianismo que implica el servicio fraterno. Jesús es tentado con el ofrecimiento de gobernar todos los reinos de este mundo, así tener todo el poder, dominar a toda la humanidad, de la autoridad que se consigue y se impone con violencia, de convertir la religión, la Iglesia y nuestra propia condición de cristiano en el poder que permite imponer la fe. Jesús se aparta de esta tención al elegir otro camino: el del servicio y la entrega personal y comunitaria. Él no ha venido a dominar sino a servir, rechazando el deseo de autoridad y la obediencia impuesta. El poder es un dios falso como lo es el mismo demonio. De ahí que únicamente hemos de adorar a Dios, porque esa es la adoración que nos hace defensores de la justicia, libres y fraternos.

La tercera tentación es la provocación a Dios. Consiste en pedirle a Dios pruebas de su existencia y una fe que se apoya en los milagros para ver. Es la tentación de una fe sin compromiso, de una actitud pasiva esperando a que Dios te lo resuelva todo. Es la tentación de huir de la cruz, de querer una vida fácil, sin problemas y exigencias, la de querer poner a Dios a nuestro servicio y buscarlo solo por el interés de que todo nos vaya bien.

Lucas rompe los esquemas religiosos de los que esperaban a un Mesías “mágico” y los esquemas de los que le atribuían rasgos políticos como el poder, la fuerza, etc. Jesús, el Hijo de Dios, vivió su misión sin ventajas ni privilegios, desenvolviéndose en la vida de una manera sencilla, con pocos medios materiales y pocos poderes. Él tuvo que tomar decisiones arriesgadas, sentir la inseguridad de quien lucha cada día para vivir al igual que hacemos cada uno de nosotros. Muchos no lo comprenden y hasta le dan la espalda porque no les garantiza nada. Como cada uno de nosotros también fue tentado, tuvo que elegir entre Dios y otros caminos, y tuvo que ser exigente consigo mismo para permanecer en la fidelidad y la coherencia hasta el final. Desde el principio optó por el reino de Dios, el Evangelio, por el amor fraterno y la defensa de los más débiles… Y estuvo dispuesto a pagar con su vida por la defensa de lo que él amaba y por no decepcionar a Dios ni a los que lo necesitaban como Mesías.

Todos tenemos las mismas tentaciones, y vencerlas se puede, es lo que nos enseña este relato. A diferencia de Jesús somos pecadores, pero elegir el camino del Evangelio requiere muchas veces el paso por el desierto donde se experimentan los desafíos de la vida, las tentaciones … pero donde también sentimos en nuestra debilidad la grandeza de un Dios que nos ayuda a superarnos y a madurar en santidad. La Cuaresma es ese desierto espiritual y proceso de conversión personal y comunitario donde poder sentir que sin Dios no somos nada.

Emilio José Fernández, sacerdote

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