viernes, 23 de abril de 2021

CUARTO DOMINGO DE PASCUA/ Evangelio Ciclo "B"


Este cuarto Domingo de Pascua es también conocido como el del Buen Pastor, figura primitiva que la comunidad cristiana hace de Jesucristo resucitado. Las actitudes de Jesús son identificadas con las del oficio de pastor. El trabajo del pastor, muy común en aquella época, no solo era conocido en el ambiente rural sino que ya en el Antiguo Testamento aparecen textos en los que se denomina a Dios como el pastor de su pueblo.

Tal vez para nosotros, humanos del siglo veintiuno, la profesión del pastor nos quede como algo muy empresarial y en muchos casos, especialmente para los que viven en las ciudades, como un oficio desconocido. Pero también en nuestro tiempo actual, donde socialmente los “rebaños” o las “ovejas” (borregos) tienen otras connotaciones y se identifican con los grupos o personas que se sienten con falta de libertad porque son manejados, manipulados o dominados por sus líderes y gobernantes, esta estampa del Buen Pastor pueda generar rechazo, aunque la imagen que se nos ofrece desde los evangelios es totalmente diferente y todo lo contrario.

En este pasaje del evangelista Juan, lo que se quiere subrayar y destacar es la relación de Jesucristo con su Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, y con cada uno de nosotros. Para lo cual, a modo de parábola o metáfora, se nos propone a Jesús como el Buen Pastor en comparativa también con los que no serían buenos pastores. La diferencia entre ambos consistirá en la manera en cómo cada uno trata al rebaño y a las ovejas. El amor y la falta de este será la clave, según Jesús y según la Iglesia naciente, para diferenciar al buen pastor del que no lo es. Pero lo grandioso de este relato es que Jesús es colocado como el prototipo y modelo de buen pastor, en el que también se ha de mirar y examinar todo el que tenga la responsabilidad de acompañar y dirigir a una comunidad cristiana.

Jesús habla en primera persona y se presenta como el Buen Pastor. El hecho que le concede este título y este reconocimiento es el haber dado la vida por sus ovejas. Su mérito ha sido el haber llevado el amor hasta el extremo. El buen Pastor no ha sacrificado sus ovejas para beneficio propio sino que ha sido al contrario: él se ha sacrificado por ellas y para que tengan vida. Ha antepuesto el bien de las ovejas al bien propio. Si está dispuesto hasta dar su vida por ellas, ¿qué no hará? Se trata de un amor inmenso e incondicional.

En cambio, el asalariado o empleado, que no es ni pastor ni el dueño, no tiene ese sentido de pertenencia afectivo y, por lo tanto, el trato con las ovejas es diferente: las ovejas no le importan sino que lo que le importa es el sueldo que recibe a final de mes, o los derechos que tiene al ser superior. Es la diferencia de cuando a algo o a alguien lo consideras tuyo a cuando no lo consideras tuyo. Lo tuyo te importa y, si además lo llevas en el corazón, lo amas.

Para entender bien este pasaje evangélico de Juan tenemos que conectarlo con el capítulo anterior, porque en el capítulo nueve tenemos la escena del ciego de nacimiento que se encuentra con Jesús y que es sanado por él, provocando la furia de los fariseos, que finalmente expulsan de la sinagoga al ciego. Por eso este relato del Buen Pastor viene a señalar a estos dirigentes religiosos como falsos pastores y a Jesús como el pastor que acoge y sana.

Para la comunidad cristiana el Buen Pastor es Jesús, es decir, él es el verdadero pastor al que tenemos que mirar todos y del cual debemos aprender. El Buen Pastor conoce a sus ovejas, a las de cerca y a las de lejos; defiende a sus ovejas y no las abandona ni huye; reúne a todos y reconcilia a los dispersos; no excluye a nadie y es el que acompaña a los creyentes en el camino de la fe.

En una sociedad globalizada como la nuestra, donde recibimos constantemente variadas propuestas, mensajes, etc., a través de los medios de comunicación, redes sociales, partidos políticos, asociaciones…, podemos llegar a perder nuestra personalidad, dejándonos transformas o llegando a encontrarnos confundidos. Los cristianos admitimos que sólo Jesús es el auténtico guía y el que de verdad nos puede enseñar a vivir en autenticidad. Ello implica tenerle como máximo referente y aprender de sus sentimientos, comportamientos y maneras de actuar para hacerlas propias desde nuestra originalidad.

Jesús es fuente y dador de vida. Sin él nuestra vida carece de lo importante y se llena de vacíos. Jesús es quien te sostiene y el que te fortalece en los momentos de debilidad humana y en las adversidades. Todo esto es algo que debes descubrir por ti mismo como creyente, pues no basta que te lo cuenten sino que lo hagas experiencia en tu misma vida.

Jesús es un pastor que tiene una autoridad que le viene dada por Dios Padre y por su coherencia de vida, pero una autoridad entendida desde el servicio a los demás y no desde la humillación, ni desde la subordinación ciega de los otros.

Todo el mundo esperamos la llegada de gobernantes justos, de políticos honrados, de líderes carismáticos que arrastren… Y los cristianos esperamos tener en la Iglesia pastores que de verdad vivan y estimulen a los demás a vivir el Evangelio. Jesús aparece en este pasaje distanciándose del modelo de pastores que había en la religión judía y nos propone una nueva manera de caminar juntos en la Iglesia y en las comunidades cristianas. Jesús elige y hace partícipes del ministerio de pastor a muchos bautizados, destinados a acompañar en su nombre y en el de la Iglesia a las diócesis, a las parroquias y otro tipo de comunidades de fe. Los pastores buenos del pueblo de Dios son los que saben acoger, acompañar, cuidar, guiar y reunir al rebaño de Dios que se le ha encomendado. Pero ya Jesús nos advierte de que también hay pastores que no ejercen bien su ministerio y que a veces dejan mucho que desear. “Por sus obras los conoceréis”.

En el día de hoy pidamos al Señor por los pastores de la Iglesia, por los de la diócesis y los de la parroquia, por aquellos con los que tienes algún vínculo. Pidamos por todos los que tienen alguna responsabilidad en la comunidad cristiana o en los distintos grupos en los que se vive la fe. Pidamos para que nunca falten buenos y santos pastores que nos muestren y conduzcan hasta Dios, que nos animen a vivir el Evangelio con esperanza en un tiempo de tantas sombras como el presente.

Emilio José Fernández, sacerdote

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