Jesús quiere dar una serie de instrucciones a sus discípulos para la vida como seguidores suyos que son, y lo hace con la ayuda de una parábola en la que un rico tiene por administrador de sus bienes un empleado injusto. La actuación inmoral de engañar a su amo beneficiando en el reparto a los deudores de este para asegurarse su futuro, hace que el amo finalmente le perdone a él su mala conducta primera.
Los discípulos de Jesús tenemos que ser decididos en este presente que nos ha tocado vivir para optar por los valores del Reino de Dios frente a otras oportunidades que nos vienen por los bienes materiales. Podemos optar por unas riquezas que nos hacen la vida fácil ahora pero que nos impedirán entrar en el reino de Dios al endurecernos el corazón e impedirnos amar generosamente.
Por este motivo los cristianos tenemos que ser sagaces, prudente, recurrentes, decididos y atrevidos para tomar la opción correcta y adecuada. Nuestro apego a las riquezas nos distancia de Dios, porque, como die Jesús: “no podemos servir a dos señores a la vez”.
El Señor se ha fiado de nosotros y ha confiado en nosotros su reino. Tenemos que demostrarle que somos de fiar porque hasta en la petición más fácil de cumplir somos fieles a él con la renuncia de lo que nos atrae (los bines materiales), por tal de complacerlo.