sábado, 6 de enero de 2018

Evangelio Ciclo "B" / FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR.

Jesús es bautizado y ungido como Mesías por el Espíritu Santo, que también recibimos en nuestro bautismo donde morimos con Cristo y renacemos a una nueva vida, la de los hijos de Dios.


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El tiempo litúrgico de la Navidad se clausura con la Fiesta del Bautismo del Señor, porque es a partir de este acontecimiento donde comienza la vida pública de Jesús.

Este relato con el que Marcos abre su Evangelio viene a resolver una cuestión latente en todas las comunidades cristianas primitivas, pues hay un gran interés por conocer la verdadera identidad de Jesucristo tras la reflexión pospascual  que se hace de Él.

Marcos no pretende narrar lo sucedido históricamente en el río Jordán, sino que pretende explicar quién es ese Jesús de Nazaret que se une a un bautismo como uno de tantos y que aparece en la cola de una fila de pecadores cuando es considerado el Hijo de Dios.

Por eso el evangelio de Marcos se abre (en el capítulo 1) y se cierra (en el capítulo 15) con un doble testimonio de Jesucristo: que verdaderamente es el Hijo de Dios. Lo dice Dios Padre ante un Jesús mezclado entre pecadores que son bautizados por Juan y lo dice un pagano, el centurión romano, al ver como "un maldito" muere crucificado en el monte Calvario.

Es innegable, porque está apoyado por todas las tradiciones cristianas, que Juan bautizó a Jesús en el río Jordán. 

Marcos nos subraya el nombre de Jesús, que significa "Yhavé salva", y nos muestra su relación con Dios (Jesús es el Hijo de Dios).

Jesús sale de Nazaret, comienza una vida fuera de su familia y Dios aparece como su Padre, su única familia. Jesús se une al movimiento de Juan y cambia su vida de pasivo judío a ser activo judío, pasa del anonimato a la fama. Se abaja sin situarse por encima de nadie, la humildad frente a la soberbia.

El que bautizará con Espíritu Santo accede a ser bautizado con el agua con el que se lavan los pecados. Penetra en las aguas, que en el judaísmo son símbolo de lo caótico, y viene a sacar de ellas a los hundidos, bajando a lo profundo de la miseria humana.

El cielo se cerró a la humanidad con la expulsión de Adán y de Eva del paraíso por haber pecado. Con Jesús se abre de manera definitiva para dar paso al Espíritu Santo, una nueva etapa de gracia y de salvación. Dios que ha callado durante mucho tiempo entra en un diálogo con Jesús con el que lo señala como su Hijo.

Cristo en esta experiencia de Dios ha venido a recibir la revelación de que Él es el Hijo, y esto es lo que hace que Jesús abandone su anterior vida y comience una nueva cuya misión consistirá en compartir dicha experiencia con los demás.

Aparece una paloma que nos recuerda la narración del origen del mundo y que interviene para dar orden al caos primitivo, pero ahora aparece junto a Jesús para llevar a cabo la nueva creación, el nacimiento de una humanidad nueva que nace en el bautismo donde cada persona recibe el Espíritu Santo.

Jesús es el primer hombre de una Humanidad nueva, del Reino de los Cielos. Pero además es el Hijo de Dios y el Mesías (el Ungido), reconocido por Dios Padre y por Juan el Bautista, y que la Iglesia profesará aunque venga y actúe de la forma no esperada porque es un Mesías de paz y para todos, especialmente los últimos.

No hay duda ya de quién es Jesús, pero cada uno de nosotros al relacionarnos con Él desde el discipulado y desde la amistad podremos ir descubriendo su verdadera identidad que coincidirá con la que Dios nos revela y Juan nos descubre, y la que la Iglesia ha profesado en su credo. Jesús es el amado de Dios, no sólo el elegido. Jesús y el Padre tienen una relación de amor que es la que también nosotros tenemos cunado descubrimos nuestra identidad de hijos e hijas de Dios, adquirida en nuestro bautismo. Sólo llenos del Espíritu Santo también nosotros podremos descubrir lo que somos para Dios.

Jesús no es un hombre más, ni un líder religioso ni un profeta, Él es lo máximo para Dios y por encima de Él no hay nadie aunque se presenta como el más inferior de todos los hombres. Dios ha puesto su tienda en medio de este mundo a través de Jesucristo, vive entre nosotros como uno más y al alcance de todos. Qué grande ha estado Dios con nosotros y cuánto nos ha dado y amado al poner a su Hijo junto a nosotros. Con Cristo el Padre nos devuelve nuestra dignidad, pero ahora más que sus criaturas preferidas ya somos sus hijos preferidos e hijas preferidas.

Jesús se ha hundido en el agua que nos sumerge y nos ahoga, para salir de ella resucitado y a una nueva vida en Dios y con Dios. Ha pasado de la muerte a la vida, y ha vencido a la muerte con la vida eterna que sólo Dios nos regala a los bautizados como una promesa de que ya se ha cumplido en el Hijo. El Bautismo será un adelanto de lo que luego se confirmará en la Pascua: la muerte y resurrección del Hijo de Dios. Ambos acontecimiento (muerte y resurrección) ya aparecen anunciados al comienzo del evangelio de Marcos. Ya al comienzo se nos anuncia cuál será el final.

Cristo ha aceptado un bautismo que lo será también en sangre. Lo ha aceptado desde su liberta y desde su amor al Padre. Lo ha aceptado para salvarnos. Lo ha aceptado porque ya desde antes de existir tú, Él ya te estaba amando. Y como Él te ama, nadie te ha amado ni te amará.


Emilio José Fernández

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