Cada llamada y vocación es un nacimiento a una nueva vida, a ser de Jesús, a vivir con Él y a ser como Él. Es Jesús el que llama. Y eres tú el que, libremente, decides. |
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Terminado el tiempo litúrgico de la Navidad iniciamos el tiempo Ordinario, en su primera parte, que durará hasta que finalice con el inicio de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza.
Siguiendo el itinerario de los textos de los evangelios, después del Bautismo del Señor se inicia el periodo conocido como el de la vida pública de Jesús o también conocido como el de la misión de Jesús, que culminará con su muerte y posterior resurrección. Después de su bautismo y a partir de ahora, acompañaremos a Jesús en su actividad durante los tres último años de su vida terrena.
El pasaje del evangelio de Juan que hoy se proclama es un bello relato sobre las primeras vocaciones de los primeros discípulos. Juan nos las cuenta y detalla de modo distinto a como lo hacen los tres evangelios sinópticos, concentrando en el tiempo y en el espacio lo que supuso un proceso y discernimiento en la vida de aquellos que fueron invitados a conocer y a seguir a Jesús.
El evangelista da distintos nombres a Jesús (Cordero de Dios, Mesías, Rabbí, Hijo de Dios, Rey de Israel...). Todos estos títulos no hay que entenderlos como concedidos a Jesús en este primer momento de su vida pública sino que fueron concedidos por la Iglesia tras una reflexión sobre la identidad de Cristo que se produce tras su resurrección y en los primeros años del cristianismo por revelación del Espíritu Santo.
No podemos dejar de tener en cuenta lo dicho para entender este relato que es un testimonio de la vocación que se nos cuenta años después y que se escribe a la luz de la Pascua, con unas afirmaciones teológicas bien elaboradas, con importantes recuerdos históricos y con detalles muy concretos que manifiestan que quedaron bien grabados en el corazón por quien nos lo cuenta de manera escrita.
Estas primeras vocaciones surgen con el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, al que denomina como "Cordero de Dios", título que en su momento tuvo que sonar a inmolación y sacrificio, a liberación y a Pascua. El testimonio de Juan tuvo que calar en sus discípulos de una forma viva y emocional hasta el punto de que éstos fueron capaces de dejarlo a él para seguir a Jesús.
Este papel de mediador humano de Juan el Bautista en la vocación de sus discípulos también lo ejercen Andrés y Felipe, por lo que se subraya cómo el Señor nos puede llamar a su seguimiento a través del testimonio de otras personas creyentes o del testimonio de la comunidad cristiana.
El evangelista también nos hace ver cómo toda vocación es una decisión personal y como consecuencia de una experiencia, pues nos dice que los llamados se fueron con Jesús, vivieron con Él, lo conocieron y finalmente se quedaron con Él. Estar con Jesús, convivir con Él, les marcó y les dejó huella. El proceso personal de discernimiento vocacional concluyó con la respuesta individual y libre de cada discípulo. Podemos decir que estas historias vocacionales tienen mucho en común con las de nuestros tiempos y con la de cada uno de nosotros.
Para las primeras comunidades cristianas Jesús es el Cordero de Dios, porque Jesús es nuestra Pascua y nuestra liberación, nuestro Salvador. Su muerte y su sangre se asemeja a la de los corderos que se sacrificaron en la noche en la que los israelitas fueron liberados de la esclavitud egipcia; y a la de los corderos que cada año se sacrificaban en el templo. Jesús, inmolado en la cruz, es visto como el cordero mediante el cual Dios pasa y libera a la humanidad de la muerte, de la esclavitud y del pecado.
Jesús es considerado también Señor, Maestro y Rabbí, porque es el que da la verdadera enseñanza de la vida y posee la sabiduría de Dios.
Jesús es el Mesías, el Ungido, el Cristo, en el que se cumple las promesas de la liberación y de la salvación de la humanidad.
Jesús es el Rey de Israel, otra manera de decir que es el Mesías, porque es el que ejerce el derecho y la justicia de parte de Dios; es el defensor de los pobres, viudas y marginados.
Jesús es el Hijo de Dios, título específicamente cristiano con el que la Iglesia confesó su fe en Jesús como Dios, hecho ocurrido después de la Pascua.
La alusión al cielo abierto y los ángeles descendiendo y subiendo hace referencia a Jesús como la escalera que une el cielo con la tierra, porque Él es el Mediador entre Dios y los hombres.
Tenemos el testimonio de los dos primeros discípulos llamados, ambos lo eran antes de Juan el Bautista. Fue tan grande el momento de su encuentro con Jesús que nunca olvidaron la hora. Y es que todos recordamos los momentos más importantes vividos y los que más nos han marcado con un momento del día. Poner fecha a un acontecimiento nos permite conmemorarlo cada semana, cada mes, cada año. Aquellos discípulos, entre ellos el autor de este relato, recuerdan esa hora como un antes y un después en sus vidas.
El testimonio de estos primeros cinco discípulos se une en un solo relato pero están relacionados entre sí. Es precioso resaltar que ellos de Jesús no sabían nada hasta que a cada uno alguien se lo presenta. Sin embargo, queda claro en el caso de Natanael cómo Jesús sí que lo conocía a él y sabía de él hasta sus últimos minutos. Nosotros necesitamos que alguien nos hable de Jesús y de estar tiempo con Él para llegar a conocerlo, mas Él nos conoce en profundidad desde antes de que nosotros lo veamos a Él por primera vez. Se deja claro que quien nos llama sabe bien quién somos.
"¿Qué buscáis?" Esta frase de Jesús nos deja desconcertados porque llega hasta la raíz de nuestra vida. Es la pregunta fundamental de cada vocación, de cualquier ser humano. Nuestra vida pierde sentido si no buscamos algo, si no buscamos a alguien, si no somos de alguien. Quien busca desea encontrar la felicidad, y la felicidad de la vida de todo discípulo y de todo cristiano es Cristo.
"Sígueme". Una frase corta pero intensa, una invitación a la unión en el camino, a ir tras de quien va delante y nos guía, un deseo de quedarse con el otro para siempre dejando atrás lo demás. Es el comienzo de una amistad que nunca te hará sentir solo.
El Nazareno es presentado como el Salvador, "¿y de Nazaret puede salir algo bueno?" Tampoco los que somos llamados a seguir a Jesús como cristianos, en la vida sacerdotal, en la vida religiosa, en la vida matrimonial, etc., somos los mejores del mundo. Mejores candidatos que yo, todos. Pero un día en mi vida, alguien se me cruzó y me miró a los ojos y, desde entonces, mis ojos lo miran a Él y lo siguen. Así comenzó la vocación de aquellos discípulos en una cadena de vocaciones que no se interrumpe desde entonces.
Siguiendo el itinerario de los textos de los evangelios, después del Bautismo del Señor se inicia el periodo conocido como el de la vida pública de Jesús o también conocido como el de la misión de Jesús, que culminará con su muerte y posterior resurrección. Después de su bautismo y a partir de ahora, acompañaremos a Jesús en su actividad durante los tres último años de su vida terrena.
El pasaje del evangelio de Juan que hoy se proclama es un bello relato sobre las primeras vocaciones de los primeros discípulos. Juan nos las cuenta y detalla de modo distinto a como lo hacen los tres evangelios sinópticos, concentrando en el tiempo y en el espacio lo que supuso un proceso y discernimiento en la vida de aquellos que fueron invitados a conocer y a seguir a Jesús.
El evangelista da distintos nombres a Jesús (Cordero de Dios, Mesías, Rabbí, Hijo de Dios, Rey de Israel...). Todos estos títulos no hay que entenderlos como concedidos a Jesús en este primer momento de su vida pública sino que fueron concedidos por la Iglesia tras una reflexión sobre la identidad de Cristo que se produce tras su resurrección y en los primeros años del cristianismo por revelación del Espíritu Santo.
No podemos dejar de tener en cuenta lo dicho para entender este relato que es un testimonio de la vocación que se nos cuenta años después y que se escribe a la luz de la Pascua, con unas afirmaciones teológicas bien elaboradas, con importantes recuerdos históricos y con detalles muy concretos que manifiestan que quedaron bien grabados en el corazón por quien nos lo cuenta de manera escrita.
Estas primeras vocaciones surgen con el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, al que denomina como "Cordero de Dios", título que en su momento tuvo que sonar a inmolación y sacrificio, a liberación y a Pascua. El testimonio de Juan tuvo que calar en sus discípulos de una forma viva y emocional hasta el punto de que éstos fueron capaces de dejarlo a él para seguir a Jesús.
Este papel de mediador humano de Juan el Bautista en la vocación de sus discípulos también lo ejercen Andrés y Felipe, por lo que se subraya cómo el Señor nos puede llamar a su seguimiento a través del testimonio de otras personas creyentes o del testimonio de la comunidad cristiana.
El evangelista también nos hace ver cómo toda vocación es una decisión personal y como consecuencia de una experiencia, pues nos dice que los llamados se fueron con Jesús, vivieron con Él, lo conocieron y finalmente se quedaron con Él. Estar con Jesús, convivir con Él, les marcó y les dejó huella. El proceso personal de discernimiento vocacional concluyó con la respuesta individual y libre de cada discípulo. Podemos decir que estas historias vocacionales tienen mucho en común con las de nuestros tiempos y con la de cada uno de nosotros.
Para las primeras comunidades cristianas Jesús es el Cordero de Dios, porque Jesús es nuestra Pascua y nuestra liberación, nuestro Salvador. Su muerte y su sangre se asemeja a la de los corderos que se sacrificaron en la noche en la que los israelitas fueron liberados de la esclavitud egipcia; y a la de los corderos que cada año se sacrificaban en el templo. Jesús, inmolado en la cruz, es visto como el cordero mediante el cual Dios pasa y libera a la humanidad de la muerte, de la esclavitud y del pecado.
Jesús es considerado también Señor, Maestro y Rabbí, porque es el que da la verdadera enseñanza de la vida y posee la sabiduría de Dios.
Jesús es el Mesías, el Ungido, el Cristo, en el que se cumple las promesas de la liberación y de la salvación de la humanidad.
Jesús es el Rey de Israel, otra manera de decir que es el Mesías, porque es el que ejerce el derecho y la justicia de parte de Dios; es el defensor de los pobres, viudas y marginados.
Jesús es el Hijo de Dios, título específicamente cristiano con el que la Iglesia confesó su fe en Jesús como Dios, hecho ocurrido después de la Pascua.
La alusión al cielo abierto y los ángeles descendiendo y subiendo hace referencia a Jesús como la escalera que une el cielo con la tierra, porque Él es el Mediador entre Dios y los hombres.
Tenemos el testimonio de los dos primeros discípulos llamados, ambos lo eran antes de Juan el Bautista. Fue tan grande el momento de su encuentro con Jesús que nunca olvidaron la hora. Y es que todos recordamos los momentos más importantes vividos y los que más nos han marcado con un momento del día. Poner fecha a un acontecimiento nos permite conmemorarlo cada semana, cada mes, cada año. Aquellos discípulos, entre ellos el autor de este relato, recuerdan esa hora como un antes y un después en sus vidas.
El testimonio de estos primeros cinco discípulos se une en un solo relato pero están relacionados entre sí. Es precioso resaltar que ellos de Jesús no sabían nada hasta que a cada uno alguien se lo presenta. Sin embargo, queda claro en el caso de Natanael cómo Jesús sí que lo conocía a él y sabía de él hasta sus últimos minutos. Nosotros necesitamos que alguien nos hable de Jesús y de estar tiempo con Él para llegar a conocerlo, mas Él nos conoce en profundidad desde antes de que nosotros lo veamos a Él por primera vez. Se deja claro que quien nos llama sabe bien quién somos.
"¿Qué buscáis?" Esta frase de Jesús nos deja desconcertados porque llega hasta la raíz de nuestra vida. Es la pregunta fundamental de cada vocación, de cualquier ser humano. Nuestra vida pierde sentido si no buscamos algo, si no buscamos a alguien, si no somos de alguien. Quien busca desea encontrar la felicidad, y la felicidad de la vida de todo discípulo y de todo cristiano es Cristo.
"Sígueme". Una frase corta pero intensa, una invitación a la unión en el camino, a ir tras de quien va delante y nos guía, un deseo de quedarse con el otro para siempre dejando atrás lo demás. Es el comienzo de una amistad que nunca te hará sentir solo.
El Nazareno es presentado como el Salvador, "¿y de Nazaret puede salir algo bueno?" Tampoco los que somos llamados a seguir a Jesús como cristianos, en la vida sacerdotal, en la vida religiosa, en la vida matrimonial, etc., somos los mejores del mundo. Mejores candidatos que yo, todos. Pero un día en mi vida, alguien se me cruzó y me miró a los ojos y, desde entonces, mis ojos lo miran a Él y lo siguen. Así comenzó la vocación de aquellos discípulos en una cadena de vocaciones que no se interrumpe desde entonces.
Emilio José Fernández, sacerdote.