Las primeras comunidades cristianas están viviendo el tiempo difícil de las primeras persecuciones a causa de la fe. Con un lenguaje escatológico con el que Jesús anuncia y describe, en modo de profecía, el final de los tiempos, más que asustar, lo que Lucas pretende es animar dando fortaleza y esperanza a los cristianos.
El Templo de Jerusalén era el centro espiritual del judaísmo y el símbolo de la alianza y fidelidad de Dios con su pueblo, por lo que en la mentalidad religiosa judía tanto el Templo como la Ciudad Santa eran indestructibles.
La destrucción del Templo anunciada supone para Jesús el final de una etapa de la Historia de la Salvación y el comienzo de otra. Pasamos de la antigua alianza y del antiguo pueblo de Dios (Israel) a la nueva alianza y al nuevo pueblo de Dios (la Iglesia) que inaugura Jesucristo.
Dios actuará al final de los tiempos y nosotros hemos de tener paciencia y perseverancia en las pruebas previas que hemos de soportar. Ya el centro no es el Templo ni Jerusalén, sino Jesucristo, el Señor, presente en toda la humanidad como templo de Dios y cuyo sacrificio en la cruz ha sido el definitivo para nuestra salvación.
