Este relato del evangelista Juan sobre el proceso de Jesús ante Pilato, intenta poner luz en cuanto al poder y la autoridad de Jesús, cuestionada en muchos momentos de su vida pública por las autoridades religiosas y por el pueblo. Hay ocasiones en las que el mismo Jesús huye para no ser proclamado rey.
Este debate tiene su culmen en la pregunta hecha por Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. El núcleo central del mensaje de Jesús es el reino de Dios, dicho de otra manera, su Dios es el Dios del Reino, aquel que interviene en la historia humana.
Para los romanos el rey era el emperador y jefe que acumulaba todos los poderes. Para los judíos era el Mesías que venía a humillar a todas las demás naciones y a poner a Israel en el centro del universo conocido. Jesús acepta este calificativo de rey, pero lo entiende en un sentido totalmente distinto. Su realeza responde al proyecto de Dios sobre el ser humano y la sociedad. En este proyecto divino el Mesías y Rey es el defensor del pueblo, que imparte justicia y está de parte de los débiles.
Jesús aparece en el Evangelio como rey que reparte el alimento a los pobres, expulsa los demonios, implanta la justicia, practica el servicio y la entrega, rechaza el dominio y la violencia, da testimonio de la verdad y se entrega hasta el final por la causa del Reino. Invierte los valores de la sociedad y su realeza no tiene nada que ver con la de los reinos de este mundo.
Jesús es rey para los cristianos que lo contemplamos en la cruz coronado de espinas, humillado y maltratado: es el rey del amor, de la paz y del servicio.