Evangelio de Marcos 10,17-31
Estando Jesús de camino, se le acerca un hombre inquieto, lleno de respeto religioso y muy interesado en alcanzar la verdadera Vida. Jesús le propone para ello los mandamientos de la Ley de Moisés que corresponden a la segunda tabla y que se refieren al prójimo. Jesús, además, mostrando mucho cariño hacia este hombre, le ofrece una alternativa: el seguimiento.
De esta manera, Jesús invita a este hombre a abrir su círculo estrecho de la preocupación por su propia vida a implicarse en la del pobre, y pasar de ser un “hombre ético” a ser un discípulo; de ser un cumplidor de la Ley a ser un hombre en el camino junto a Jesús.
Jesús le propone la pobreza para poder seguirle, aunque en realidad la pobreza no es una condición del seguimiento sino más bien una consecuencia del mismo, del compartir con los demás, como Jesús hacía, para que el pobre también tenga vida.
En el proyecto de este hombre rico no entran los pobres, ni está dispuesto a compartir con los más desfavorecidos sus bienes adquiridos, para no perder su seguridad y su prestigio. No está dispuesto a pagar ese precio por la riqueza del Reino de Dios, porque para él Dios no es visto ni sentido como la principal riqueza.
Los discípulos también se sienten cuestionados por su apego a lo material como medio de felicidad. La cuestión no es ser rico sino esclavo de la riqueza, que hace imposible el seguimiento, el Reino de Dios y la salvación. En cambio, Jesús termina ofreciendo un horizonte de plenitud a quien comparte, dedica su tiempo y se preocupa por los demás.