LAS RIQUEZAS DEL REINO DE DIOS
Lucas 12, 13-21
Jesús aprovecha todo tipo de circunstancias para anunciar el reino de Dios, al que una vez más, ayudado de una parábola, nos lo muestra como una realidad espiritual más que material. Humanamente tendemos a estar más preocupados e interesados por las cosas de esta vida terrena para poder ser felices aquí y en el ahora de cada día.
Pero hoy Jesús nos advierte y enseña que nuestro presente tiene consecuencias para nuestro futuro, puesto que nuestro futuro no depende de nuestros bienes materiales, éxitos y grandezas sino de nuestra capacidad de amar y de hacer el bien.
En un sistema tan capitalista como el actual, vales por lo que tienes. Cuanto mayores son tus pertenencias, mayores serán tus posibilidades de vivir de manera confortada, segura y tener satisfechas todas tus necesidades, hasta tal punto de no tener que depender de nadie. Incluso, cuanto más tienes mejor puedes explotar y aprovecharte del que tiene menos que tú.
Evidentemente, desde esta filosofía de vida aquí te puede ir bien, pero tu vida es mucho más, y tú no puedes controlarla por ti mismo ni pretender que suceda lo que tú quieras. Cuando centramos la vida en nosotros mismos, en nuestros deseos y voluntades, nos llevamos a menudo la sorpresa de encontrarnos con situaciones no deseadas y que nos superan como la enfermedad, los problemas de todo tipo, los muchos fracasos… y la misma muerte.
Nada de lo acumulado en el banco, ni las numerosas escrituras de tus posesiones, ni todos los títulos académicos o nobiliario, ni las incontables empresas que tuvieras te van a conseguir la salvación, alcanzar la vida eterna. La vida, no sólo la presente sino la que se nos ha prometido tras dejar este mundo, es un don de Dios que ni se compra ni se vende. De tu vida presente depende la eternidad de tu ser. Todo el bien que hayas realizado y todo lo que hayas amado serán las riquezas que te llevarás y las que Dios tendrá en cuenta. Para ello Jesús nos muestra el Evangelio, no lo que tienes sino lo que vives y haces, como el camino para adquirir la salvación y el gozo eterno con el que el Señor nos premia.