Mateo 2, 1-12
En esta solemnidad litúrgica de la Epifanía (manifestación, aparición o revelación) del Señor, los cristianos celebramos ese acontecimiento en el que, sólo el evangelio de Mateo hace mención, Jesucristo se nos muestra como Hombre, Mesías-Rey e Hijo de Dios. Pero la clave para entender teológicamente este hecho la tenemos fundamentalmente en la actitud de los judíos, entre ellos el pueblo, los sumos sacerdotes y maestros de la Ley, encabezados por el ambicioso y maléfico rey Herodes, que se turban ante la noticia del nacimiento del Niño y que hasta planean la manera de darle muerte, frente a la actitud de unos Magos de Oriente que se ponen en camino a buscarlo, que lo encuentran y lo adoran como rey de los judíos.
Hallamos en el relato muchas pistas que nos confirman que Jesús es el cumplimiento de todas las profecías mesiánicas de los antiguos profetas, y que las profecías son reales porque el verdadero Mesías nacería en Belén, lugar de nacimiento del rey David. El Mesías era una promesa de Dios para su pueblo de Israel, porque traería la paz, la justicia, la liberación, en definitiva, la salvación a todos los judíos. Lo curioso y paradójico de toda esta historia es que los que lo esperaban no lo recibieron ni lo reconocieron, mas los que no eran israelitas ni judíos, y procedían del mundo pagano, serán los que realmente se alegren de la noticia de su nacimiento.
Mateo nos coloca una serie de simbolismos que los tenemos que interpretar en clave teológica más que en su aspecto histórico:
La presencia del Mal acompañará a Jesús desde su nacimiento para impedir que se cumpla el plan de Dios que es la implantación de su reino y la salvación de toda la Humanidad. Pero el Bien, que es Dios, siempre se impondrá a través de las personas de buena voluntad que se dejan llevar por el don de la fe, que nos guía y protege de los peligros.
Unos Magos, astrónomos, que entienden que lo que sucede en la tierra es anunciado e indicado por el cielo. Es decir, nada ocurre por casualidad sino que todo tiene una explicación en Dios y en su voluntad, y de un Dios que interviene directa o indirectamente en los acontecimientos de la historia. Tras mirar al cielo como personas orantes, se ponen en camino e inician una aventura que los llevará por sendas y etapas duras, de incertidumbre y de fracasos. Posiblemente hasta pensarían más de una vez en regresar, rendirse y pensar que todo aquello era una locura. Pero fueron constantes y persistentes, llevados por la fe y el convencimiento de que aquel astro, que representa la fe, les llevaría a un buen destino en el que encontrarían lo que buscaban. Herodes, que no era hombre de mirar al cielo, quiso manipularlos con malas intenciones, porque así son las personas ambicionas, egoístas y sin Dios. Pero al final ellos confiaron en Dios, que les dio indicaciones a través de sueños, intuiciones… Los Magos representa a todas las razas y lugares donde la humanidad está presente, porque Cristo ha venido para todos, mas solo lo encuentran quienes lo buscan y siguen la luz que nos marca la fe. Quien la encuentra, al igual que los Magos, siente un cambio en su vida, comienza a caminar por un nuevo camino.
Los Magos son llevados por la estrella, que aparece y desaparece, hasta una aldea pequeña, y no se trata de Jerusalén, la gran ciudad que es la capital del reino y centro de la religión judía. Entraron en una casa sencilla y vieron un niño, que refleja la humanidad en su fragilidad, debilidad, ternura… Y en ese niño ellos reconocieron al rey de Israel e Hijo de Dios, y se arrodillaron para adorarlo, porque adorar es, ante todo, agradecer con humildad el don recibido y recogerse ante el gran misterio de amor que nos supera, nos envuelve y se nos da en gratuidad. Cada vez que las personas tenemos menos fe y que todo lo que tenemos lo atribuimos a nuestros méritos, vivimos para nosotros mismos, lo que sucede lo explicamos desde la razón y la ciencia, y no dejamos lugar al misterio, terminamos arrodillados ante lo que no es Dios.
Por nuestra cultura y mentalidad consumista, esta fiesta la valoramos sobre todo por los Magos y los regalos que ofrecen al niño. Y así no somos capaces de observar que el verdadero regalo lo recibieron ellos al encontrar a Jesús hecho don para toda la Humanidad. Le dejaron regalos: como reconocimiento de su humanidad (la mirra con la que en oriente se embalsama a los cuerpos y que será usada tras su muerte sacrificial), de su realeza (el oro que expresa la legitimidad de un nuevo rey que luchará por la paz y la justicia de todos), de su divinidad (el incienso será usado por el verdadero y único Sumo Sacerdote para adorar a Dios con su entrega y servicio).
Miremos al cielo, caminemos, en fraternidad universal, guiados por la fe para adorar al Dios que se ha hecho nuestro Hermano.
Emilio José Fernández, sacerdote