viernes, 28 de mayo de 2021

DOMINGO IX DEL TIEMPO ORDINARIO (SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD) / Evangelio Ciclo "B"


En este Domingo del Tiempo Ordinario, posterior al tiempo pascual, la Iglesia universal celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad, el misterio de Dios mismo, fuente de nuestra vida e identidad de nuestro ser cristianos, presentándose a nosotros en su misterio más íntimo y en su revelación más profunda: como Padre e Hijo y Espíritu Santo.

En el relato del evangelista Mateo, conclusión de su evangelio, asistimos al momento en que Cristo se encuentra y se despide de sus discípulos y de la primera comunidad cristiana, representada en los Once, en el lugar donde los ha convocado: en Galilea, donde empezó la misión del Señor tras su bautismo en el río Jordán. En ese lugar y en ese momento es donde se nos presenta el nacimiento de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que continuará la misión iniciada por el Mesías e Hijo de Dios.

Se nos indica que los discípulos de ahora fueron los mismo que antes dudaron, y es que así se nos muestra lo importante e imprescindible que es tener fe para creer en el Hijo de Dios, para pertenecer y formar parte de la vida eclesial, y para llevar a cabo la misión. No fueron los mejores, como tampoco tenemos que pretender ser perfectos. Ellos tuvieron sus dudas y crisis, como en momentos determinados también nosotros podemos experimentar.

Jesús envía con autoridad a los suyos, a los discípulos de ayer y de hoy, y lo hace a una misión que consiste en evangelizar sin límites ni fronteras y en dar a conocer la fe cristiana, fundamentada en el Dios trinitario. Para hacer nuevos discípulos es necesario el bautismo y la enseñanza. 

Quien enseña no son los discípulos, que no son maestros porque permanecen en el discipulado y porque no enseñan algo propio sino lo que han aprendido del Señor, porque quien enseña es el Maestro, Jesucristo, quien en el evangelio de Mateo se presenta como el verdadero y único Maestro que se distingue de los falsos maestros y dirigentes.

El bautismo vincula a cada discípulo con Jesús, y a su vez con Dios, que siendo Padre e Hijo y Espíritu Santo nos recuerda que es, ante todo, Amor. La Santísima Trinidad es el modelo de amor, de unidad en la diversidad y comunión ideal que la Iglesia debe intentar realizar entre todos los que la formamos, siendo parte de su testimonio ante el mundo y siendo su propia identidad ante la humanidad. No somos verdaderos hijos de Dios ni verdaderos hermanos si no vivimos en unión y en caridad fraterna.  El amor, la unión y la comunión cristiana se inicia y parte del mismo Dios.

Tendemos muchas veces a crearnos nuestra propia imagen de Dios y a proyectar en él lo que somos y como somos nosotros. Sin embargo, Cristo lo que hace es darnos a conocer a Dios para que no nos construyamos falsas imágenes de Él. Por eso tenemos que aprender a conocer a Dios como nos lo revela el Hijo y contemplarlo en su grandeza trinitaria. En el bautismo recibimos la fe que nos permite sentir a Dios en nuestras vidas y contemplarlo en su misterio a través de la oración. El estudio ayuda a conocer a Dios, pero como mejor se le conoce es amándolo en lo profundo de nuestro ser. Y como mejor se le sigue es amándolo en los demás. Por eso hoy tenemos que tener presente que la misión no sólo consiste en un activismo incesante, sino también en la serenidad que nos aportan los espacios y momentos de silencio que nos permiten acercarnos a Él en la oración que nos permite contemplarlo, sentirlo y amarlo. 

En la Iglesia hay quienes han recibido esa vocación y misión específica de ser personas orantes y contemplativas, hombres y mujeres que se retiran del mundo sin dejar de estar, para dedicarse a la oración en una forma de vida no siempre comprendida por los mismos creyentes.

Jesús termina en este relato haciéndonos una promesa: la de permanecer con nosotros hasta el final de los tiempos. Una promesa de amor, de fidelidad y de que nunca nos abandonará. Una promesa que nos ha de llenar de esperanza y de seguridad, porque no estamos solos, el Señor sigue con nosotros.

Emilio José Fernández, sacerdote

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