El Evangelio de Lucas tiene como temáticas principales la misericordia y la compasión que hemos de tener lo creyentes al igual que Dios las tiene con nosotros. Pero, ¿en qué consiste ser creyente? Jesús lo deja claro en el comienzo de este relato: amar a Dios y amar al prójimo. Se trata de un mismo y único amor, conectado entre sí.
Hay muchos creyentes que por poner más la mirada en la vida eterna se olvidan y se desentienden de la vida terrena, de nuestros compromisos aquí y ahora. Esta parábola es rompedora de conductas y esquemas que más de veinte siglos después seguimos teniendo muy arraigados y que requieren ser revisados, dándonos cinco claves:
1.- El amor a Dios y al prójimo no son dos sentimientos separados. El que no ama a su prójimo de forma práctica, no ama a Dios.
2.- Por prójimo entendemos a los que tenemos cerca, pero Jesús pone como víctima un personaje anónimo que engloba a toda la humanidad. Y a su vez nos enseña que el verdadero prójimo soy yo con respecto a los demás cuando los valoro y los ayudo; para que a continuación te hagas la pregunta: ¿qué prójimo soy?
3.- Jesús nos invita a hacernos prójimo de todos, especialmente de los “heridos de la vida”, sin importarnos sus nombres, procedencias, edades, etc.
4.- Jesús es muy exigente con los creyentes, representados en el sacerdote y el jurista, que dan un rodeo cuando se encuentran al hombre asaltado y medio muerto, pues los discípulos de Jesús hemos de vivir más que nadie la caridad fraterna.
5.- Jesús nos aprieta mucho más cuando pone como buen prójimo a un samaritano, un hereje y enemigo de los judíos. Todo el que ama al prójimo puede amar a Dios, así que hasta los mal vistos pueden tener un buen corazón. No juzguemos por las apariencias.
Y concluyo con las mismas palabras de Jesús, el Buen Samaritano: “Pues anda, ve y haz tú lo mismo”.