En esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, celebramos el misterio del sacramento de la Eucaristía, Jesucristo presente y dado como alimento en el Pan y en el Vino consagrados.
El evangelista Lucas narra el episodio en el que Jesús, tras su predicación y sanación de los enfermos que le presentaban, dio de comer a una multitud de hombres con la ayuda de sus discípulos y con cinco panes y dos peces que tenían. Todos comieron y quedaron saciados, y hasta sobraron doce canastas.
Jesús ayuda a todos los necesitados, y entre ellos a los hambrientos a los que alimenta con el pan que sustenta nuestra vida humana, y también lo hace con el pan que sustenta nuestra vida espiritual: la Eucaristía. El gran milagro eucarístico consiste en que es el mismo Jesús el que se da en el alimento que nos fortalece en la fe para combatir las fuerzas del mal.
La Eucaristía es sacrificio en el que Jesús se entrega al Padre para perdón de nuestros pecados. La Eucaristía es banquete de fraternidad y alegría como presencia del Reino de Dios en medio de nosotros y anticipo de nuestra participación en la plenitud del reino cuando seamos resucitados.
La Eucaristía es la unión de los hermanos en la fe que comparten un mismo pan y vino, y que en la caridad comparten sus bienes con los que menos tienen y son más vulnerables. Nosotros ponemos de lo poco que tenemos y Dios pone lo que falta para que nadie tenga necesidades.