Jesús siente que su misión en este mundo ha terminado y que ello supone volver con el Padre, una vez más obedeciendo la voluntad de éste. Después de una vida como hombre en todas sus dimensiones, vivida en intensidad hasta experimentar la muerte de la manera más trágica, el Resucitado culmina su misión prologando su existencia y presencia junto al Padre. Así también será esta la meta de todo cristiano: la vida eterna.