PODER OIR Y ANUNCIAR LA PALABRA DE DIOS
Evangelio de Marcos 7,31-37
El evangelista Marcos, con este relato, vuelve a mostrarnos a Jesús en plena acción al realizar una nueva curación a pesar de que los anteriores milagros no han despertado la fe que se pretendía en el Reino de Dios.
Geográficamente Jesús cruza la frontera y sale de Palestina que se consideraba lugar sagrado para introducirse en lugares de paganos, y de esta manera hacer entender a los cristianos de su tiempo, en su mayoría judíos convertidos, cómo Jesús ya hizo un ensayo de apertura porque su horizonte evangelizador era universal y sin pretensión de excluir a nadie.
En aquel tiempo la enfermedad de la sordera y la mudez eran interpretadas como un castigo de Dios y conllevaban una marginación social. Con este gesto sanador Cristo revela la misericordia de Dios y el tiempo de salvación que ya ha comenzado con su presencia en medio de nosotros.
Sordo y mudo es aquel que no puede comunicarse ni con Dios ni con el prójimo, y está avocado a la soledad, a la incomprensión y a la falta de cariño, como consecuencia del egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad. El sordo y mudo no puede escuchar ni anunciar el mensaje de Dios, es decir, no puede conocer ni cumplir la Ley de Dios, por consiguiente, vive en pecado.
En un mudo moderno con tatos medios de comunicación, sin embargo, vivimos aislados e incomunicados porque no sabemos escuchar ni a Dios ni los gritos de quienes sufren. Nosotros los cristianos tenemos en la fe una luz y una fuerza para superar el aislamiento.