Mateo 13,44-52
De llamativa brevedad, pero con la clara descripción que supone haber encontrado la fe que nos permite descubrir el valor del reino de Dios, Mateo coloca tres parábolas en su evangelio con las que hacernos sentir lo agraciados y afortunados que somos por este hallazgo.
El tesoro y la perla son dos enseñanzas de un proceso por el que todo creyente pone en valor el descubrimiento de forma inesperada del reino de Dios que pasa desapercibido y que a veces, por encontrarse mezclado con otros valores de la sociedad con los que ha de competir, no siempre es tenido en cuenta.
El reino de Dios se hace lo más valioso y maravilloso para quien lo encuentra cuando es consciente de lo afortunado que le hace tener la fe que llena de sentido nuestra vida, por lo que está dispuesto a renunciar y cambiarlo todo por Dios.
La parábola de la red habla de la mezcla de todo tipo de personas a las que se ha anunciado el reino de Dios mediante la evangelización, y forman parte de él. No todos se salvarán, sino solo aquellos que han sabido vivir los valores del reino en esta vida.
DESARROLLO
Para la reflexión que nos ayude a conocer mejor el reino de Dios, la liturgia de hoy nos ofrece nuevamente tres parábolas. Se trata de unas parábolas breves, lo que hace que sean fáciles de entender y de recordar. Dos de ellas (la del tesoro y la de la perla) son prácticamente gemelas, y la tercera (la de la red) lleva el mismo mensaje que la del trigo y la cizaña del domingo pasado.
Un tesoro y una perla, cada una en su contexto, son encontradas de manera inesperada. Y es que el tesoro estaba oculto y la perla estaba mezclada con otras joyas, al igual que el reino de Dios que es poco visible y llamativo y mezclado con otras ofertas que nos hace la sociedad. Para lo cual es necesario descubrirlo, valorarlo y sentirlo como la preferencia para nosotros: lo mejor que nos ha ocurrido y que tenemos en esta vida. Y al final, el siguiente paso, es la renuncia de todo a cambio de poseer el reino de Dios, y comprometernos con él porque realmente estamos convencidos de que merece la pena.
La fe es un tesoro y una perla que nos cambia la vida, porque por ella encontramos a Dios. Así pues, la fe vale más que todo. Encontrar la fe es encontrar el tesoro o la perla. Tener fe y no sentirnos afortunados por ello, hace que creer cueste y se haga difícil. Cuando la fe es una cosa más de tantas, las exigencias y renuncias que conlleva se hacen cargas pesadas. Ser creyente es una suerte y una ganancia porque nos hace que la vida tenga un sentido y un futuro que nos beneficia.
La parábola de la red describe una escena diaria de pesca en el lago de Galilea donde Jesús y los suyos faenaban algunas veces. Pescar es evangelizar en una sociedad revuelta donde nos encontramos de todo, pero donde todos son destinatarios del reino. Son muchos los bautizados y miembros del reino de Dios, pero la clave está en cómo lo viven después.
Esta parábola nos habla del juicio final y con ella el evangelista Mateo se dirige a su comunidad para que vivan poniendo en práctica las enseñanzas del Maestro, especialmente en la convivencia fraterna. Hay una insistente y clara advertencia: al final seremos examinados por lo que hemos hecho en esta vida.