Mateo 13,1-23
Este relato contiene una parábola, la más significativa de las siete que recoge el Evangelio de Mateo: la parábola del sembrador.
Jesús hace su anuncio del reino de Dios con las enseñanzas que transmite a través de sus obras, especialmente los milagros, y con sus palabras, la mayoría de las veces en forma de parábolas, que son unas historias que se construyen desde aspectos reales de la vida para hacer más comprensible dichas enseñanzas.
Esta parábola ha sido actualizada por el autor del evangelio para poder así responder a las situaciones de cansancio, dudas y desencanto que se están dando en algunos miembros de las primitivas comunidades cristianas ante los fracasos de la evangelización, y el rechazo que tuvo Jesús en su tiempo y que su mensaje sigue teniendo en la actualidad.
La clave, y así lo enseña la parábola, está en que cuando se acoge y se vive el reino de Dios los resultados son sorprendentes y los frutos abundantes.
DESARROLLO
Jesús se presenta en el Evangelio de Mateo como el Mesías que ha recibido de Dios la autoridad para anunciar la llegada del reino de Dios mediante sus obras, especialmente con los milagros que realiza. Pero también lo hace con la palabra, utilizando preferentemente el recurso de las parábolas, las cuales son historias compuestas y tomadas de la realidad con las que ilustrar unas enseñanzas que van acompañadas de una reflexión.
En este relato de Mateo nos encontramos con una de las siete parábolas, la parábola del sembrador, que el evangelista ha recopilado en su obra y que ha actualizado para dar respuesta a las circunstancias o necesidades que hay en su comunidad. Por el lenguaje empleado y la interpretación que se hace, se aprecia la preocupación de un pastor por exhortar, animar y fortalecer la fe de su comunidad.
En este proceso de evangelización llevado a cabo por Jesús no siempre hay éxito y son muchas las ocasiones en las que el mensaje del Maestro no es acogido, más bien despierta el rechazo. Pero también en las primeras comunidades cristianas no se explican algunas contrariedades, como el hecho de que, si el reino de Dios se ha hecho presente con la venida de Jesús, ¿cómo sigue habiendo tanta maldad en el mundo?
Esta parábola del sembrador, que también recogen los otros dos evangelios sinópticos (Marcos y Lucas), pretende resolver el desánimo que viven los primeros cristianos, e incluso nosotros, ante el rechazo y ante la impaciencia por la lentitud con la que se desarrolla la actividad evangelizadora.
En ningún momento esta parábola menciona el reino de Dios, aunque nos muestra su presencia y su fuerza. Para entender bien su sentido, hemos de dejar a un lado la explicación final que le acompaña y que es un añadido posterior, fruto de la reflexión que realiza la primitiva comunidad eclesial.
El centro e interés de la parábola no está en cómo es acogida la semilla, sino en la abundante cosecha, más de los esperado, que produce lo que ha caído en la tierra buena.
El Señor no quiere que nos impacientemos cuando los resultados no son los esperados. Él nos anima a no perder la esperanza, pues, aunque experimentemos los fracasos, la llegada del reino es imparable.
Dios nos se cansa de sembrar, porque no pierde la esperanza de que la semilla, a pesar de su pequeñez y aparente fragilidad, sea acogida en la tierra buena de nuestros corazones. Todo dependerá del rechazo o de la acogida a Jesús y a su mensaje, pero en esta decisión no se puede ser ambiguo para que la siembra ni los frutos sean superficiales.