miércoles, 4 de mayo de 2022

DOMINGO CUARTO DE PASCUA / Evangelio Ciclo "C"

Juan 10, 27-30

En el relato de hoy, Jesús se encuentra en el pórtico del Templo de Jerusalén, y la intención del evangelista es la de presentárnoslo como nuevo templo de Dios. Y aquí surge nuevamente un enfrentamiento con los dirigentes religiosos del momento, especialmente los fariseos, a los que va a denunciar como malos pastores al identificarse él como el verdadero y buen pastor.

La figura del pastor está muy presente en la Biblia al tratarse de un oficio muy común en Israel y en la antigüedad. De hecho, los dos grandes personajes del Antiguo Testamento, Moisés y el rey David, eran pastores. Jesús nos hace entender que ha venido a sustituir a los antiguos pastores que cuidaban y dirigían el pueblo de Dios hasta entonces, y que ese antiguo pueblo de Dios, con la llegada del Hijo de Dios, ha dado lugar a un nuevo pueblo de Dios, la comunidad de los discípulos de Jesús, la Iglesia, el nuevo rebaño que Dios Padre pastorea a través de su Hijo.

El nuevo pastor mantiene una relación estrecha y de amor con sus ovejas, por lo que no se aprovecha de ellas, ni las maltrata ni se desinteresa de ellas. Está dispuesto a dar la vida por sus ovejas como expresión máxima de amor y de entrega. La vida de las ovejas depende del pastor, y las que permanecen junto a él se llenan de vida y no morirán nunca.

La nueva comunidad creada por Cristo se fundamenta en la fe en él y es una comunidad llena de vida. Sus ovejas le seguimos porque lo conocemos y lo amamos al mismo tiempo. Por eso, nada ni nadie nos podrá alejar de Jesús cuando lo reconocemos como el verdadero pastor.

No hay mejor pastor que Dios mismo y nosotros tenemos que sentirnos agraciados de ser sus ovejas. La cercanía del pastor es consecuencia del amor que nos tienen y de lo mucho que le importamos. Dios es ese pastor que se desvive por las ovejas, las cuida y las llena de una nueva vida que Él solo pude ofrecer. 

La conclusión a la que nos lleva este pasaje es la siguiente: tenemos al mejor pastor y no hay ningún otro mejor que él.

Emilio José Fernández, sacerdote

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