jueves, 25 de enero de 2018

Evangelio Ciclo "B" / CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Sáname y libérame, Señor, de mis egoísmos, de mis miedos, de lo que me paraliza, de lo que me frena a hacer el bien. Ayúdame y enséñame a hacer el bien, a mar a los demás y a hacer presente tu Reino.


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El pasado domingo asistíamos al testimonio del momento en el que se producen las primeras vocaciones de los primeros discípulos de Jesús, a orillas del lago de Tiberiades, en la región de Galilea. Este grupo de hombres, que representa a la primitiva Iglesia, acompañará a Jesús en su misión de anuncio del Reino de Dios durante los tres últimos años de su vida terrena.

Junto a ellos aparece Jesús en el pasaje de hoy, en su intensa tarea de anunciar el Reino de Dios, tanto con palabras como con hechos, situándonos en la primera de sus intervenciones públicas, expuesta como una acción liberadora pero al mismo tiempo ilegal. Es liberadora porque se trata de recuperar a una persona que ha dejado de ser ella misma al estar su vida dirigida por las fuerzas del mal. Y es ilegal por realizarse en sábado, día sagrado y preceptivo del judaísmo en el que está prohibido realizar acciones o trabajos. Y para escándalo de todos, es un loco, un poseído por un espíritu inmundo, el que será favorecido.

Marcos sitúa la escena en Cafarnaún, pequeña ciudad a orillas del lago de Galilea, lugar de residencia de Jesús y los suyos, cruce de caminos y lugar cosmopolita. Jesús desafía con la elección del lugar y del día de su predicación, pues no teme enfrentarse a los que rechazan su misión y su mensaje, algo que sucede con frecuencia en el evangelio de Marcos. El pueblo sabe distinguir entre las enseñanzas de Jesús y la de los escribas, por lo que advierte la nueva forma de enseñar de Jesús, que enseña con autoridad.

El mensaje central de este pasaje es poner en evidencia la fuerza de Jesús contra el Mal que daña al ser humano. Marcos nos recuerda así que el poder del Mal está presente en el mundo. Por eso toda la actividad de Jesús es exorcismo, de lucha contra el Mal. Jesús impide al Mal su actuación contra la vida, y su presencia divina incomoda al espíritu inmundo. El mundo de Jesús y el mundo de la opresión deshumanizadora son incompatibles. Jesús tiene poder sobre el Mal y al final lo vence, liberando a la persona. El pueblo contempla atónito y con gozo este hecho, pues llega lo nuevo y lo inesperado, el Reino de Dios, la buena noticia que se extiende por todas partes.

Los escribas eran los autorizados para predicar y enseñar, pero todo su mensaje es ideología estéril. Jesús no tiene autoridad social pero su mensaje es liberador para los que sufren y para los marginados. De ahí que el pueblo le da la autoridad a Jesús y se la niega a los letrados. Aquí se abre el debate de lo que se puede o no se puede hacer por el ser humano, de lo que es puro y de lo que no lo es. En el fondo son dos maneras de entender a Dios: la de los letrados, que creen que el acceso a Dios es mediante ritos de pureza; la de Jesús, que cree que el acceso a Dios es mediante el bien y mediante el amor a las personas, al hermano y al marginado. Para los escribas Dios es el Santo y su santidad amenaza al hombre impuro. Para Jesús Dios es el Santo lleno de misericordia, y su santidad no es una amenaza sino una garantía de vida para todo ser humano y para todo el que se sienta marginado.

La escena tiene lugar en la sinagoga, que subraya la importancia de la Ley y lo riguroso que es el cumplirla. Y es en este sitio donde Jesús ya entra en conflicto con la clase religiosa, tensión que se va a prolongar a lo largo de su vida. Sin embargo el pueblo ha sabido comprender que Jesús es sanador y liberador.

Como claves para nuestra vida, tenemos: 

1.- Jesús es el Señor, porque tiene el mismo poder que Dios para vencer al Mal. No es un mago sino que ante todo sus milagros son una muestra o signo de que Él hace presente la realidad del Reino de Dios, que ya es más un hecho que una promesa.

2.- El milagro no es un signo para provocar la fe, pues muchos cuando veían los milagros de Jesús no los aceptaban sino que los rechazaban. El milagro es un signo que deja ver al que tiene fe el amor de Dios a través de sus actuaciones sorprendentes.

3.- Jesús, como Dios, ama a la persona por encima de todo, con un amor liberador y dador de vida, con un amor que beneficia al otro y no se beneficia del otro. Para Jesús ni siquiera la Ley, que es lo más sagrado, se interpone en hacer el bien a los demás, pues la nueva Ley es el amor.

4.- Nosotros estamos llamados a comprometernos en el milagro de la transformación de este mundo en el que superemos el mal que nos enfrenta entre nosotros, para que seamos acogedores y trabajemos por un mundo más justo donde haya menos pobreza y marginación. Y en eso la Iglesia y cada cristiano tenemos mucho que hacer, que nos haremos más creíbles con las acciones que con las palabras que se pueden quedar en mera ideología. El Evangelio es vida, y el mundo hoy lo necesita para ser humanizado por un Dios que lo dignifica.

5.- Yo también necesito ser liberado de mis tendencias a vivir egoístamente, a vivir sin Dios, a vivir desde los valores y pasiones mundanas... Yo también tengo mis propios demonios que me impiden ser persona constructiva, que me impiden ser persona mensajera del Reino de Dios, y que me impiden ayudar a los demás. Estar junto a Jesús y seguirle, no sólo me hace mejor persona, sino que me libera y me santifica.

Emilio José Fernández, sacerdote.

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